martes, 26 de mayo de 2009

Monografías y otros textos expositivos

La semana pasada, durante una de mis habituales visitas a la librería en busca de encuentros y accidentes afortunados, hallé la Guía para preparar monografías y otros textos expositivos de Ezequiel Ander-Egg y Pablo Valle (Buenos Aires: Lumen, 2008). No fue el diseño de la portada sino el título lo que atrajo mi atención. Es raro hallar manuales para la elaboración de monografías (de hecho, no recuerdo haber visto alguno antes, acaso porque a fuerza de cursos y talleres de metodología e investigación uno termina por no acercarse demasiado al librero en que se exhiben los títulos sobre estas sutilezas técnicas). Bastó una hojeada para darme cuenta que el contenido era mucho mejor que la primera de forros (y además el precio era muy accesible, lo cual se agradece en tiempos de crisis).

Con un lenguaje casi coloquial, mas preciso, los autores presentan las exigencias que debe cumplir la memoria escrita con que culmina cualquier trabajo de investigación orientado a transformar la información en conocimiento. Advierten de inicio que no se debe considerar la guía “como un recetario de cocina, ni caer en una especie de fetichismo procedimental”. En efecto, para la redacción no sirven las fórmulas, sino la escritura misma. La actitud de los autores, aunada al tono equilibrado con el que se describe el proceso de investigación-redacción-edición, hace que el libro sea una delicia en medio de un universo de manuales insípidos y cuadrados.

Pero, ¿qué es una monografía? Lo primero que aclara es este término, con el que se alude a una “descripción, narración o exposición explicativa, sobre un tema concreto dentro de una ciencia, disciplina, tecnología o sobre un asunto particular” y que

En cuanto a la forma discursiva, se presenta de manera: descriptiva, cuando trata de personas, objetos, situaciones, etc.; narrativa cuando expone de modo sucesivo hechos, acontecimientos o circunstancias, y explicativo-expositiva, cuando los hechos, acontecimientos o situaciones son explicados.

Cualquiera que sea el ambiente en el que se elabore, la monografía se considera “un informe de investigación” que ofrece algún aporte a la ciencia (o como se escucha con frecuencia: una contribución a la construcción de la sociedad del conocimiento) y que es confiable por su “elevado rigor metodológico”. Ahora bien, tratándose del ámbito universitario, Ander-Egg y Valle encuentran una doble utilidad, pues este tipo de texto expositivo sirve

Para adquirir una formación –aunque sea elemental- en la iniciación del trabajo científico, mediante la utilización de métodos y de técnicas asociadas a estos métodos.

Para profundizar conocimientos relacionados con los estudios que se están realizando.
*
En el primer capítulo, titulado “Proceso de elaboración de una monografía”, se resalta el trabajo intelectual previo a la escritura del documento, que va desde la elección del tema hasta la organización de los datos de tal modo que se generen conclusiones pertinentes.

La descripción de las etapas de la investigación está acompañada de reflexiones, sugerencias y criterios para valorar la suficiencia de cada una, por ejemplo:

Cuando uno sabe cuánto sabe (y cuánto ignora) acerca del tema que quiere tratar, y además sabe de qué recurso metodológico dispone (y los que debe adquirir), ya puede comenzar a preparar el guión de la monografía…

Como bien señalan más adelante, contar con un plan es la mejor manera de evitar “un vacío discursivo” y no tener el “riesgo de una dispersión inadecuada hacia temas o cuestiones secundarias o no pertinentes”. Por eso es útil recurrir a la “descomposición dimensional del problema”, basada en preguntas que pueden detonar un proceso investigativo siempre y cuando sean claras y concisas, pertinentes y realistas. Las respuestas pueden dar la pauta para la elaboración de un índice.
Vale la pena mencionar que en esta etapa se menciona el papel del director, a quien le corresponde “promover una transferencia de habilidades de pensamiento para ‘aprender a pensar’ y ‘aprender a aprender’”. Con lo cual queda expuesto lo que en muchos manuales se omite: la investigación no es, de suyo, un quehacer solitario: es un diálogo. En este sentido, es de gran utilidad el Test para la elección del director que se presenta como anexo al capítulo.

El segundo capítulo, “La fase de búsqueda y recogida de datos e información” nos conduce por la planificación que sirve de referencia durante las pesquisas y los aspectos que hay que cuidar, como la identificación de fuentes confiables y su clasificación, la recolección de datos y la toma de notas en fichas o cuadernos. En este tenor,

Se debe tener en cuenta que la elaboración de una monografía es una forma de aprendizaje de nivel terciario o universitario, que se lleva a cabo mediante la realización de un trabajo que, en casi todos los casos, consiste básicamente en una investigación bibliográfica y/o documental.

Por ello, no hay que olvidar que este trabajo deber realizarse “de manera sistemática y ordenada” a fin de que “podamos acceder con relativa facilidad a toda la información recogida”. El éxito del trabajo pasa por la lectura, y, como señalan Ander-Egg y Valle, “aunque parezca innecesario decirlo en un libro de esta naturaleza, tenemos que recordar una verdad de Perogrullo: hay que saber leer”. Perogrullada, sí; pero también diagnóstico terrible: en muchas universidades la lectura no es una práctica consolidada. Se debe leer para hallar y discriminar información.

El examen crítico de las fuentes documentales, la elaboración de fichas y su posterior organización, permitirán elaborar un esquema inicial que servirá de “esqueleto” para la redacción y la posterior presentación de la monografía, asunto del que se trata el capítulo tercero. Ahí se explican las características de la partes que integran una monografía, a saber: Cubierta o portada, Dedicatoria, Agradecimientos, Abstract o resumen, Índice general. Prólogo, Introducción, Descripción de los métodos o técnicas utilizados, Cuerpo de la monografía, Conclusiones y Partes complementarias (anexos, bibliografía, índices).


Desde luego, la parte medular de la guía está en la explicación del cuerpo de la monografía, o sea, el informe de resultados como tal, mismo que debe responder a las exigencias del “discurso científico”, entre las que los autores de la guía resaltan las siguientes cuatro, por considerarlas fundamentales:


-Unidad: todo lo que se diga debe estar relacionado con el tema de estudio o investigación.
-Orden: las ideas deben desarrollarse de modo que éstas y los razonamientos puedan derivarse unos de otros.
-Progresión: hay que avanzar por aproximaciones sucesivas, de modo que el conjunto del discurso se desarrolle de manera ordenada.
-Transición: una monografía, un informe científico o una tesis no puede ser un simple amontonamiento de ideas, análisis, hechos, datos, etc. Es necesario que se aprecien con claridad las diferentes partes y relaciones de esas partes con el conjunto del trabajo.

El lector del libro aquí comentado se da cuenta, conforme avanza en la lectura, de que los autores ejemplifican con su propio texto los aspectos que van enunciando. En ningún momento se distraen con digresiones o información innecesaria, las ideas se organizan en una secuencia lógica que avanza desde la delimitación de un tema hacia la presentación del trabajo de acuerdo a normas de estructuración y estilo; distinguiendo claramente en cada capítulo, los momentos más importantes, sin olvidar la dimensión comunicativa del texto, ya que, en última instancia, “se debe escribir para ser entendido”.


La redacción se presenta en esta guía como una etapa posterior al tratamiento intelectual de los contenidos, considerando que se hará un borrador o redacción preliminar, que se revisará y corregirá antes de ser presentado en su versión final. Quien tiene la experiencia de la escritura sabe que se requiere una genialidad inusitada para que la primera versión sea la definitiva. Elaborar un borrador es, en la práctica, imprescindible. Ander-Egg y Valle explican las razones:


Si se escribe “de un tirón”, el villano es el descuido, el arrebato de la inspiración que ciega ante la evidencia que, en negro sobre blanco, cualquiera vería, menos el más interesado. Si se escribe por partes, tipo Puzzle, con fragmentos anteriores o zurcido de notas tomadas al azar de las lecturas o apuntes, la situación es aún peor: repeticiones, lagunas, saltos en los razonamientos, desproporción en la longitud de las citas, etc.

La revisión del borrador debe atender al estilo. Cabe precisar que esta palabra se emplea tanto para designar los rasgos peculiares de la escritura de una persona (como el estilo de García Márquez), como el conjunto de características que, en un determinado contexto, debe respetar un documento (como el estilo periodístico de El País). Es en este sentido en el que se habla de corrección de estilo, que –según los autores- para la redacción científica incluye “una sintaxis lineal” que evita “todo lo superfluo” y un lenguaje en que “los sustantivos han de ser más abundantes respecto de los adjetivos”. Además, de que se recuerda una convención muy útil:

Con el fin de fijar el tema de cada párrafo se ha de usar, en lo posible, una frase que se refiera a él en sus comienzos, de manera que logre enfocar la atención y guiarla de una idea a otra y de un párrafo al que sigue.

Asimismo, se insiste en la presentación “orgánica e inteligente” de la información, que debe estar acompañada de la brevedad, para que los textos sean legibles. Entonces, recomiendan cuidar la “longitud” de las frases “que deben oscilar entre quince y veinticinco palabras; por excepción, y como máximo, treinta”, así como de los párrafos, ya que si tienen “más de ciento veinte palabras, comienza[n] a resultar difícil[es] de comprender en su conjunto”.

Ahora bien, estos datos técnicos sobre lo que debe ser una monografía se alternan con la constatación de las dificultades existentes. Así, por ejemplo, reconocen que “para muchos estudiantes, e incluso profesionales, la etapa de redacción es traumática”. Y entre las razones de este fenómeno se señalan las siguientes:

-Se estudia mucha gramática (generalmente descontextualizada) y se lee relativamente poco.
-Como consecuencia de lo anterior, muchos estudiantes que han sido “gramaticalizados” son incapaces de hacer una lectura comprensiva o de disfrutar leyendo.
-Se tienen dificultades para leer cuando se tienen dificultades para razonar.

Las sugerencias para redactar pueden ser útiles, desde luego. Ayuda mucho para elaborar una monografía el hecho de contar con un esquema para asegurar “la coherencia global del texto”. Las redacciones sucesivas ampliando o reduciendo contenidos. La elección de una persona gramatical: “1) primera persona del singular (yo); 2) primera persona del plural (nosotros “de autor”); 3) impersonal (“se”)”. Preferir la precisión a las indeterminaciones, evitando la polisemia, la sinonimia y la metáfora. La consideración de reglas ortográficas y de puntuación, ya que las faltas son “señales de descuido o ignorancia (y no se sabe qué es peor)”. El cuidado en lo que se refiere a la referencia, para evitar la falta de claridad, por ejemplo:


-en el antecedente de los pronombres relativos: “El discurso de Juan, que es difícil de entender…” (¿Quién o qué es difícil de entender?)
-En los pronombres posesivos: “Me entregaron a mis enemigos”


Pero lo más útil, insisto, es el ejercicio: a escribir se aprende escribiendo. O como dicen Ander-Egg y Valle: “con método, esfuerzo y una dinámica que permita desarrollar un hábito disciplinado y riguroso de trabajo”. Y este método debe incluir la revisión final, por parte del productor textual y de un lector de confianza:


Si es muy cierto que (como dijimos antes) hay errores que sólo el autor puede notar (porque él sabe lo que debió escribir), también hay otros que sólo un tercero puede revelar (porque él verá lo que está escrito efectivamente).

El capítulo 3 y la guía concluyen con un anexo muy útil para valorar la calidad de las monografías. Se trata de un formulario –al modo de una web quest- para la evaluación de una tesis o trabajo de investigación atendiendo a los aspectos y sus características para saber si son deficientes o suficientes. Sobra decir, tras lo expuesto, que esta guía es recomendable y debería estar en el escritorio de cualquier estudiante universitario interesado en la investigación y el trabajo científico.

1 comentario:

  1. getzemani.wordpress.com6 de julio de 2009, 16:27

    Por lo que veo, esta aportacion suya es de gran utilidad para que nosotros podamos escribir textos academicos, le leeré detalladamente y espero me sea de gran ayuda...

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