sábado, 28 de febrero de 2009

De la escritura y sus efectos

Leonard Shlain, en su célebre libro El alfabeto contra la diosa. El conflicto entre la palabra y la imagen, el poder masculino y el poder femenino. (Barcelona: Debate, 2000), analiza la tensión entre la palabra escrita y la imagen, expresión fenoménica de las pugnas entre el poder masculino y el femenino. El punto de partida para su estudio es la pregunta por la causa de desaparición del culto a las diosas y la alta condición de las mujeres en la edad de bronce.

1. Una tesis interesante

1.1. Su tesis es que «Existe un efecto pernicioso de la escritura que ha pasado inadvertido: la escritura favorece, de forma subliminal, una actitud patriarcal. Todas las clases de escritura, especialmente, las de tipo alfabético, reducen los valores femeninos y, con ellos, la fuerza de las mujeres en la cultura» (16). O dicho con mayor precisión: «La misoginia y el patriarcado surgen y decaen en relación con la escritura alfabética» (18).

1.2. Su marco teórico está sostenido en las ideas del canadiense McLuhan, quien estaba seguro de que en la comunicación, el medio es más importante que el mensaje; y por la lateralidad del cerebro, demostrada por Roger Sperry. En el proceso de hominización, el cerebro se fue especializando. Actualmente el cerebro utiliza la parte derecha por su capacidad de síntesis y simultaneidad para percibir imágenes, en tanto que la parte izquierda, soporte del lenguaje, para el análisis y la abstracción. A nivel de motricidad, cada hemisferio controla la parte del cuerpo opuesta, por lo que las actividades desarrolladas siguen influyendo en el desarrollo de funciones.

1.3. Para la comprobación de su tesis Shlain hace un recorrido histórico. Supone que la evolución, marcada por las transformaciones culturales, es la causa de la especialización; por lo que las variables consideradas en su análisis de la configuración del mundo son el lenguaje (simbolización) y la organización social. Así, en las diversas etapas consideradas atiende a la forma del lenguaje (oral, pictográfico, arquitectónico, escrito, artístico) y la relación entre lo masculino y lo femenino (hombres-mujeres, humanos-seres sobre naturales, comunidad-mitos y comportamientos).

1.4. Se analiza el problema planteado de lo simple a lo complejo. Cuando la humanidad descubre la agricultura (hace unos diez mil años) la fertilidad ocupa un lugar muy importante. Lo femenino goza de un alto estatus. En la época de los cazadores-recolectores «La manifestación más clara del poder de la diosa era la capacidad de devolver la vida todas las primaveras». (22)

1.5. La organización social se fue tornando compleja: «Al estar las hembras cada vez más ocupadas cuidando de sus pequeños, los machos estaban obligados a ayudar a las madres y a sus hijos... En la medida en que el consumo de carne se iba convirtiendo en la dieta fundamental de los homínidos, también aumentaba el intercambio de carne por sexo». (26-27) La caza adquirió un carácter erótico, económico y de especialización. «Los humanos se convirtieron en el primer grupo de predadores sociales en el que las hembras dejaron esta tarea vital a los machos... La caza exige “sangre fría” con cierta dosis de crueldad; la cría de los pequeños requiere generosidad emocional y calor». (32-33). Con el tiempo, la diversificación de actividades provocó que hombres y mujeres desarrollaran dos diferentes formas de conocimiento basadas en la percepción diferente de los estímulos. Podemos decir que «En el hemisferio derecho están situados los sentimientos, el reconocimiento de imágenes y [...] la experiencia estética.» (37) mientras que el lado izquierdo controla la volición, las abstracciones y el lenguaje.

1.6. «Estas dos estrategias simétricas, recolectar/cuidar y cazar/matar, están combinadas en cada uno de nosotros. [...] La lateralización del cerebro, del ojo y de la mano influye en el modo en el que cada persona percibe, manipula simboliza y, en ultima instancia, concibe el mundo. [...] Los individuos tienen dentro de su cráneo un cerebro femenino y uno masculino». (49)


2. Demostración

2.1. En las comunidades sedentarias, la agricultura permitió el desarrollo de ciertos conocimientos ligados a la siembra, los tiempos de espera y la cosecha, de modo que esta actividad se convirtió en «símbolo de la fecundación y de la gestación». (57) lo cual reforzó el papel de mujer como dadora de vida. Se divinizó lo femenino. ¿Por qué decayó el culto a la diosa?
2.2. A diferencia de respuestas como las invasiones, Shlain señala que «Cuando la palabra escrita comenzó a sustituir a la palabra hablada, el predominio del lado izquierdo aumentó de forma importante». (66) Curiosamente el abandono de santuarios a deidades femeninas coincide con la época de la que proceden las más antiguas inscripciones cuneiformes de los sumerios hacia el año 3100 a.C. La existencia del culto a las diosas está testimoniado por esculturas y pinturas. «La escritura hizo que el hemisferio izquierdo, apoyado en los incisivos conos del ojo y la agresividad de la mano derecha dominase sobre el derecho.» (72) Esta revolución afectó la cosmovisión, o por lo menos, introdujo cambios significativos, veamos:

2.3. «An y Ki copularon y engendraron la primitiva familia divina de Mesopotamia, cuyo miembro más importante era Inanna. Era una diosa sexual que otorgaba la fertilidad y la fecundidad a los mortales» (76) ¿Cómo influyó la escritura en esta creencia? Las siete tablillas de la creación, «sustituyeron, en torno a 1700 a.C. a los mitos anteriores sobre la creación del mundo.» (78) En la nueva mitología, Marduk asesina a la diosa Tiamat. «Las siete tablillas de la creación destacan por su singularidad. Poseen tres rasgos que las definen. En primer lugar, en el campo de las religiones comparadas no existe un relato más misógino y macabro. En segundo lugar, es el primer mito de la creación que aparece en forma escrita. En tercer lugar, este mito tuvo su origen en una cultura que es antecedente de la occidental». (80)

2.4. El comienzo de la civilización egipcia, también está ligado a la escritura. Si bien la escritura egipcia se basa en imágenes, los dibujos funcionan como signos sujetos a una sintaxis. Aquí, también los relatos dan cuenta de la pérdida del poder femenino. «Un relato de la creación que ilustra el alza del poder masculino es el relacionado con Atón. Como creador, Atón se masturbó y creó la Enéada, una familia de ocho poderosos dioses y diosas. Mil quinientos años después del relato de Nekbet/Uadjet, en el que dos hembras se entrelazan para crear la vida, Atón es capaz de hacerlo con una sola mano». (86) El dominio de la escritura, desde luego era privilegio de unos cuentos. En tiempo de Nefertiti, cuyas pasiones fueron la renovación de la religión y de la escritura, se impuso la escritura más simple. El estatus de la mujer no decayó igual que en Mesopotamia.

2.5. En lo que hoy es Israel, Jordania, Líbano, Siria y la península del Sinaí, surgió un novedoso método de escritura. «Lo que convirtió el alfabeto en algo tan revolucionario fue la facilidad con que la gente podía aprender su uso [...] El alfabeto puso fin a la hegemonía de la elite que conocía la escritura». (97) Se trata de una revolución social con argumentos religiosos: «Hasta el momento, para conocer a la divinidad tan sólo había que ver la imagen u observar los ritos de la diosa. Con la aparición del alfabeto, el conocimiento de la divinidad exigía leer previamente las escrituras de su dios». (98)

2.6. Con los hebreos, comienza el culto a la palabra escrita así como la supresión de las imágenes. Los diez mandamientos son la síntesis ideológica del pueblo: «El primer mandamiento declara que Yavhvé no va a tolerar la mención de una diosa... el primer mandamiento representaba una ruptura radical con el pasado». (118) «El segundo mandamiento prohíbe a los israelitas transmitir cualquier tipo de información icónica». (119)

2.7. Dada la importancia del evento Sinaí para la demostración de la tesis, el autor recuerda que «Todas las palabras y metáforas relacionadas con la creación [...] evocan la sexualidad o el parto, pero Yahvé sustituye la sexualidad por un acto de la voluntad codificado en palabras». (153) Esto provocaría necesariamente una crisis de identidad en un pueblo de hombres y mujeres. ¿Cómo lo solucionan las Escrituras? «En la versión E [elohista] escrita de cien a quinientos años después de la de J [yahvista], el Ser Supremo crea de forma simultánea al hombre y a la mujer a su imagen, ratificando la igualdad entre sexos... El autor yahviasta (J), monoteísta intransigente, nos narra cómo Yahve en principio no había pensado en la mujer». (155) Los relatos confluyen en la Caída y la sentencia divina. La enemistad que Yahvé pone entre la serpiente (vida) y la mujer, se sustituye por la opuesta: Eva se convierte en la causa de la muerte. Y en el vacío que dejaba lo femenino en el plano trascendente, se instauró la sabiduría: «Con el auge de la escritura alfabética en la cultura judía, a los jóvenes se les enseñaba a no mirar a las jovencitas atractivas sino, en su lugar, a estudiar minuciosamente las palabras escritas». (162)

2.8. La masculinización de la divinidad, que incluye la apropiación de funciones femeninas, también se dio en Grecia. Por ejemplo, «Los relatos de nacimiento de estas tres diosas [Hera, diosa del poder y de la prosperidad, Atenea, diosa de la sabiduría y de la victoria en la batalla, y Afrodita, diosa del amor y del deseo sexual] son tan curiosos que sólo pudieron haber sido pensado por la mente de un hombre para cambiar las percepciones vigentes en la sociedad. Todas estas diosas surgen del interior de un macho». (176) Y otro caso: «Dioniso era el dios de la luna, de la noche, de la higuera, de la humedad, de la sexualidad inocente, de los estados alterados de conciencia y de la agitación orgiástica de la danza y de la música.» (185) Se le hace acompañar del toro y la serpiente, símbolos femeninos. Viste ropas de mujer. «Con el tiempo, Dioniso, el nuevo y afeminado dios de la locura, se apropió de muchos rasgos de Artemis» (190) «Él representaba la complementariedad entre intuición y razón, entre lo sacro y lo profano, entre lo femenino y lo masculino». (191)

2.9. En oriente, si bien la escritura ideográfica se aproxima a la imagen, también la escritura ha influido en la relación entre lo femenino y lo masculino. «Existe algo inherente antifemenino en la palabra escrita. Los hombres obsesionados por la palabra escrita tienden a ser sexistas. La inmensa mayoría de los hombres que aman a las mujeres y han formado familias no se retiran de la vida para predicar doctrinas que otros, de similar disposición, ponen por escrito» 265) «Estos seis influyentes guías religiosos [Isaías, Sócrates y Zoroastro, Buda, Lao Tse y Confucio] proclamaron una nueva forma de relacionarse con el mundo en el preciso momento en que la diosa comenzó a perder su influencia en la imaginación de las gentes».

2.10. Un movimiento contrario parece darse cuando la tasa de alfabetización disminuye. Un ejemplo es Grecia tras la época de oro, hacia el 338, «Los macedonios, una cultura agraria, en su mayor parte analfabeta, suprimieron el concepto ateniense de democracia y reimplantaron la monarquía. Las mujeres recuperaron el derecho a poseer y administrar sus riquezas y propiedades». (268) Desafortunadamente el triunfo de los macedonios fue breve. Los romanos, pueblo de creencias panteístas y dados a las imágenes, que apoyaban a los artistas y concedían una posición notable a sus mujeres, tenían en su imperio a los judíos. «Los judíos tenían una alta tasa de alfabetización, lo cual les convertía en perfectos candidatos para desempeñar papeles prominentes en la inmensa burocracia de Roma». (276) Paulatinamente las esculturas dejaron de producirse ante la fuerza de las letras.

2.11. En medio de la paz romana, apareció Jesús. «Les instruyó para que contemplasen con los bastones en lugar de escudriñar con los conos. Les aconsejó que utilizasen las armas de la izquierda para protegerse de los golpes, pero que nunca apretasen los puños de su mamo derecha para devolverlos... Jesús favoreció la versión igualitaria del autor “elohista” del Génesis en detrimento del “yahvista”.» (283) Su crítica contra los escribas y fariseos fue radical. La participación de las mujeres en su movimiento fue más que notable. Se trataba de un rescate de las funciones del hemisferio derecho. Pero murió.

2.12. El cristianismo surgió entonces de la convergencia de las dos tradiciones más influyentes del imperio: «El judaísmo y el orfismo, lo judío y lo griego, el aleph-bet y alfa-beta, son los dos “padres” espirituales de la cultura occidental. En una lucha de carácter edípico, el cristianismo venció a ambos antepasados y se convirtió en la principal religión de Occidente.» La fusión del misterio y la ley se hizo posible gracias a la escritura. Ni Jesús ni sus discípulos escribieron. Fue un tal Pablo (prototipo del fariseo que Jesús había criticado) quien procuró darle un texto sagrado a la religión para hacerla creíble. Sus cartas son anteriores a los evangelios. Gradualmente las mujeres fueron quedando excluidas del discurso y con funciones secundarias en la comunidad. El argumento teológico estaba en la trinidad: un dios ermitaño y sin imagen con tres personas: el Padre (masculino), Jesús el Hijo (obviamente masculino) y el Espíritu (que debía ser la madre, también masculino).

2.13. La literatura cristiana fue impregnando la sexualidad femenina con una carga negativa. «El desplazamiento gradual hacia un programa masculino y dominante, a partir de uno femenino e igualitario, demuestra en todos sus detalles históricos como el patriarcado pudo haber vencido a las religiones de la diosa de la antigüedad». (326) El mensaje de El Cristo se difundió en un ambiente alfabetizado. «Después que el cristianismo se convirtiese en religión oficial de Roma, los padres de la Iglesia ordenaron la destrucción de imágenes». (336) «También se vieron atacados los derechos de las mujeres». (337)

2.14. Durante la baja Edad media, la alfabetización del pueblo no fue una prioridad. La igualdad entre los sexos volvió casi al equilibrio. «Del oscuro seno de la época de tinieblas surgió la época caballeresca, en la que la mayor aspiración de un hombre era proteger y servir al “bello sexo”». (341) En la legendaria Mesa Redonda, quienes deseaban ser caballeros debían saber bailar y tocar correctamente un instrumento musical, además de adoptar un código de honor. Fue entonces cuando se desarrolló la devoción a la Virgen María. «Las culturas alfabetizadas conocen a los dioses a través de sus palabras; las culturas iletradas ven imágenes de las diosas» (345). La contraparte de “la diosa madre” en la Edad Media, es la figura del mal en estado puro: el diablo: «Los cuernos representan animales como el toro o la vaca, siendo los cráneos con cuernos una forma esquemática del útero y de las trompas de Falopio de todas las hembras de los mamíferos». (349)

2.15. En la Iglesia medieval el ascenso jerárquico estaba mediado por el conocimiento y escritura del latín. «El precio por la adquisición de la escritura era, pues el celibato, ¡una peculiar tasa de matrícula! En ningún lugar queda más patente la antítesis entre la palabra escrita y la sexualidad...». (353) Fue Carlomagno quien se dio cuenta de que la escritura era monopolio del clero. Promovió varias reformas: escuelas seculares y simplificación de la lectura y la escritura. La consecuencia lógica: mayor alfabetización del pueblo.

2.16 Otro ejemplo de relación entre escritura y organización social, en otro escenario, es el Islam. Para Mahoma que vivió en un ambiente poblado de diosas, Alá se presentaba como un dios supremo, solitario y omnisciente. «Además de jurar fidelidad a Alá, los musulmanes tenían la obligación de leer o recitar, cinco veces al día, pasajes del Profeta, dar limosna a los pobres, ayunar y hacer una peregrinación anual a La Meca». Mahoma no puso nada por escrito. Pocos árabes sabían leer y escribir. Las versiones de lo dicho por el profeta se multiplicaron tras su muerte. Entonces el califa Utman, en 651, declaró un texto canónico. Su actividad misionera (conversión o decapitación) desembocó en la edad de oro del Islam donde los beneficios fueron muchos, excepto para el arte representativo y los derechos de las mujeres. Esto le permite a Shlain afirmar que «El conflicto entre palabra e imagen y entre el alfabeto y la diosa puede vislumbrarse en la modificación de las prácticas del Islam. En general, en las sociedades en las que las letras desempeñan un papel fundamental, el arte representativo y las mujeres salen bastante mal paradas. En tanto que estas culturas crean lujosas filigranas en alfombras, rejas y caligrafía, faltan las representaciones de las cosas. Son sociedades que tienden hacia el patriarcado y en sus cultos religiosos no veneran divinidades femeninas. A las mujeres se las cubre con velos, se las encierra y se las priva de muchos de sus derechos». (374)

2.17. Siguiendo con el recorrido histórico, conviene recordar que tras el incremento de la alfabetización suscitado por Carlomagno en la alta Edad media, coincidieron la casería de brujas, los herejes quemados en la hoguera y las guerras de religión en la Europa occidental. «Al tiempo que el Papa Inocencio III estaba perpetrando atrocidades contra las mujeres y los librepensadores del sur de Francia, le otorgaba su reconocimiento oficial a la Universidad de París. El Papa siguiente, Gregorio IX (1227-1241) puso en movimiento la maquinaria de la Inquisición. (394) La iglesia católica prohibió que los laicos tuvieran ejemplares de la Biblia. La doctrina del pecado original cobró mayor fuerza.

2.18. En 1454 Gutenberg introdujo la imprenta en el escenario europeo. Se desató el entusiasmo por los libros. La divulgación de arte e ideas produjo el llamado Renacimiento. Las imágenes vuelven a poblar el mundo. Sin embargo, «Tal vez el humanismo debió haberse llamado “masculinismo”. Los principales impulsores del humanismo no defendían la igualdad de las mujeres. Era una filosofía creada por los hombres, para los hombres y que hablaba de los hombres.» ¿Y las imágenes? «Las esculturas del Renacimiento exaltan a menudo la obsesión masculina por la violación, la lucha y la muerte». (406)

2.19. En el siglo XVI se da la Reforma protestante. «Para que esto sucediera se tenían que dar tres condiciones indispensables: la traducción del Nuevo Testamento a las lenguas vernáculas, la disponibilidad de ejemplares baratos de las Escrituras y la existencia de una gran población alfabetizada» (421) La imprenta lo logró. La discusión teológica sobre la salvación por la fe, la predestinación, las indulgencias y la infalibilidad del Papa, cada vez más radical, estuvo acompañada de violencia y misoginia. María quien había emergido en sustitución de la diosa madre, recibió «encendidos ataques» de los varones protestantes. La Contrarreforma católica, encabezada por los jesuitas no se quedó atrás.

2.20. Sin que los ejemplos sean pruebas contundentes de la tesis, Shlain, sostiene que «La práctica de la lectura y la escritura alfabética durante largos periodos de tiempo va reforzando, de forma casi imperceptible, la concepción de quien la usa de que el mundo es una sucesión de acontecimientos vinculados entre sí que se producen en el tiempo lineal.» (437). Esto está a la base de los movimientos escatológicos. Ni protestantes ni católicos lograron darle a su religión un rostro alegre, amoroso y misericordioso con espacios para la belleza. Más bien adquirió la forma de un debate intelectual entre líderes y una carnicería entre las masas. «El rápido ascenso de las tasas de alfabetización que trajo consigo la imprenta supuso un gran impulso a la ciencia, la literatura y la filosofía en Europa. Sin embargo, parecería que ningún país podía escapar a las terribles agitaciones religiosas.» (458). Las cacerías de brujas fueron emocionantes cacerías de mujeres que nadie se atrevió a defender.

2.21. La alternativa a los movimientos religiosos pudo ser la ciencia, sin embargo, su desarrollo tampoco benefició a las mujeres. Los científicos pensaban que aquello que no pudiera ser demostrado o comprendido racionalmente era «algo secundario, insignificante, innombrable e inferior a lo real». (487) La mujer no era objeto de estudio, caía en el rango de lo secundario. Y para colmo, la industrialización desencadenó procesos de competencia, donde el amor, la ternura y la solidaridad eran vistas como debilidad.

2.22. A principios del s. XIX, o años antes, la tendencias intelectuales se bifurcaron. Por un lado se desarrolló la ilustración con gente como Voltaire, Diderot, Kant, Hume y Locke. Del otro, Rousseau, Keats, Byron, Goethe y Shelley enarbolaron la bandera del romanticismo. «Para los románticos, los sentimientos eran un modo más fiable de llegar a la verdad». (491) ¿De dónde sacó fuerzas esta segunda vía? «Hubo dos innovaciones que supusieron una importancia contribución a la causa de los valores del hemisferio derecho: la invención de la fotografía y el descubrimiento del campo electromagnético». (491) El invento de Daguerre devolvió la imagen a la cultura. La aportación de Faraday permitió comprender que la tensión entre los opuestos genera energía. Estos nuevos conocimientos forzaron un reajuste. Para comprender la intensidad de esta revolución, Shlain nos recuerda que «Benjamín Lee Whort, un lingüista del siglo XX, propuso la idea de que la lengua que aprendemos conforma profundamente el universo que imaginamos. Si las palabras de una cultura describen una realidad que es causal, lineal y mecanicista, los miembros de esa cultura otorgarán mayor respeto al lado masculino del cuerpo calloso, una mentalidad que se materializa en el patriarcado. Si, por el contrario, las características descubrimiento importante obligan a las personas a emplear la facultad para emplear imágenes que posee el hemisferio derecho, los valores y la categoría de lo femenino se elevarán como consecuencia de ello.» (497)

2.23. Con la máquina de escribir se deslindó la escritura de la mano derecha. El impacto en las relaciones de género no fue muy importante, porque fue usada por mujeres generalmente para transcribir. Mayor importancia tuvo el cine, que luego de 1887 empezó a competir con los libros por su capacidad narrativa. Y luego, al inicio del siglo XX, los estudios de Freud concedieron un lugar importante al inconsciente, a lo negado, a la espontaneidad, lo insospechado y el azar. Se da la explosión de las vanguardias rompiéndose la concepción lineal del tiempo. La física tradicional da paso a la mecánica cuántica. Se tiene la conciencia de que «Todo influye en todo».

2.24. En otro lugar, el Manifiesto comunista «precipitó una nueva “revolución religiosa”» (515). Rusia vivía un florecimiento de escuelas y universidades que favorecía la educación de masas. Se habían producido ya obras maestras en la literatura. Los revolucionarios de 1917 derrocaron a la aristocracia y a la iglesia. «Al extenderse la revolución, comenzaron los ataques del hemisferio izquierdo del cerebro contra los valores representados por el derecho. [...] El culto a Sofía (nombre que recibe María en Rusia) fue proscrito. [...] Los comunistas destruyeron pinturas y esculturas y muchos artistas fueron asesinados...». Y en otro lado, Hitler usando la radio logró la manipulación de toda una nación.

2.25. Uno de los más importantes inventos que ha permitido la «recuperación» del hemisferio derecho ha sido la televisión. La difusión de las imágenes de la tierra tomadas desde el espacio, favorecieron también el cambio de perspectiva sobre el mundo. Estos cambios de orientación en la manera de percibir la realidad, coinciden con el reconocimiento de los derechos de las mujeres. «El ascenso meteórico de la imagen supuso una inyección de valores femeninos en la cultura, y fue como el cohete que puso en órbita estacionaria al movimiento feminista». (530) La computadora, también ha fortalecido las causas femeninas.

3. Conclusiones

3. 1. La tesis de Leonard Shlain señala que cuando las culturas adoptan la escritura alfabética, los valores femeninos se ven afectados. Los beneficios de la escritura hacen que el efecto negativo no sea advertido claramente.

3. 2. En la base de su teoría están las aportaciones del premio Nobel de Medicina 1981, Roger Sperry, quien demostró la lateralización del cerebro, cuyos hemisferios pueden desempeñar funciones prácticamente independientes, por un lado. Y las palabras de McLuhan, quien ha señalado que «el medio es el mensaje», por otro.

3. 3. Según esto, la escritura afecta al desarrollo cerebral izquierdo por ser un proceso lineal y abstracto realizado generalmente con la mano derecha. No es lo que se lee y se escribe lo que conforma la relación con el mundo, sino el mismo proceso de lecto-escritura.

3. 4. La argumentación de Shlain, basada en una descripción de coincidencia históricas entre la alfabetización de un pueblo y la misoginia o la violencia desatada en el mismo, si bien no es demostración contundente, es bastante sólida.

3. 5. El autor no pretende una crítica de la escritura orientada a disminuir los daños producidos por el alfabeto evitándolo. Al contrario, usando el alfabeto se lanza al rescate de lo femenino (la imagen) buscando la complementariedad. Una cultura basada únicamente en imágenes, según él, también tienen su lado oscuro.

sábado, 21 de febrero de 2009

Escribir es un acto de soberbia

Poéticas y obsesiones (Xalapa: Universidad Veracruzana, 2007) es el título que congrega una decena de conferencias sobre cuento, novela y literatura erótica, pronunciadas por el escritor colombiano Marco Tulio Aguilera entre 1983 y 2000. Un libro que, en palabras del autor, “es una especie de cartografía de [...] obsesiones, [...] debilidades y tal vez de alguna improbable iluminación”. Y como tal está escrito: con visión subjetiva y tono íntimo; desde la experiencia y la reflexión; sugiriendo la lectura de los grandes hitos al tiempo que deja huella de la trayectoria personal. El volumen concluye con una crónica –divertida y anecdótica- de sus encuentros con el también colombiano Gabriel García Márquez.

En “La creación del cuento”, la primera conferencia, a sabiendas de que toda definición es insuficiente y que para la comprensión del cuento “[l]a analogía puede darnos idea de aquello que se escapa a toda idea”, sustenta la tesis de que “cada cuento es una criatura nueva que se instala en el universo con el esplendor con que se instalaría un nuevo insecto, una nueva bestia creada por el azar genético o la mano misteriosa de un dios que juega a inventar especies”. De ese modo: “La definición del cuento es el cuento mismo”. El cuento per se define su estructura, concentra su intensidad y su intención, descubre y encubre un misterio. El cuento se desborda y tal vez por ello no existe una teoría que siendo el resultado del análisis de un caso particular sea universalizable: “La física es una ciencia estéril en los dominios de la imaginación”. La literatura –pienso mientras leo-, en cuanto arte, exige creatividad (innovación o nostalgia, ruptura o asimilación, inevitablemente: transgresión) y creo que voy entendiendo los argumentos, pues al final se concluye que:
Quién no esté dispuesto a romper con lo que existe de frágil y soso, quien se pliegue a la autoridad de los imbéciles que son quienes generalmente se ocupan de la política, quien se deje enterrar por las minucias cotidianas y sepulte en ellas su imaginación, no puede ser un buen cuentista.

En otra conferencia, “La mecánica del cuento erótico”, se afirma que las metáforas “no son pocas sino una sola: el acto erótico, que remite y relaciona todos los temas y universos posibles”. De ahí –y teniendo en cuenta lo dicho a propósito de la analogía- la importancia de identificar los elementos de los que están hechos nuestros paraísos erótico/literarios, aquellos territorios que nos permiten sobrevivir a lo cotidiano: la atracción, lo desconocido, el aplazamiento, la manifestación de lo sagrado, la culminación gozosa…

Con la celebración literaria y el banquete erótico debe ir aparejado el misterio: tanto el misterio de un buen cuento como el misterio de una mujer [...] deben ofrecer un y conservar un núcleo de significación, una zona oscura, inaccesible, que permitan y obliguen a su posterior exploración. Una buena mujer, como un buen cuento, exigen relectura.

Un rasgo distintivo del cuento es –según se apunta en “El pájaro que cruza por el cielo del cuento”- su autonomía: “no debe depender de nada (ni de la historia, ni de la filosofía, ni de la actualidad…)”. Y sin embargo, “el mejor lugar para el cuentista no es ante la máquina de escribir, sino ante el mundo, en el campo de batalla de la vida real”. Escribir desde la realidad pero en absoluta fidelidad a las exigencias del universo narrativo del relato resulta paradójico, pero ese es el encanto de la literatura. Sólo en ese cruce de dimensiones es posible la “epifanía” y el deleite:

El placer de escribir cuentos y la satisfacción de hacerlo constituyen raras habilidades que, como las de los verdaderos virtuosos del violín, encuentran su premio en el ejercicio del arte. El resto debe llegar por añadidura.

Ejemplos de literatura, como la entiende Aguilera Garramuño, se encuentran en Borges, Revueltas, Poe, Nerval, Joyce, Updike. También en Henry Miller, “el macho metafísico”, y Vladimir Navokov, a quienes dedica sendas conferencias. En el primer caso, después de recorrer la vida/obra del autor de Sexus, concluye que

En el fondo, la única posibilidad de salvación de Miller –y del hombre en general- se halla en la posibilidad de que la carne no sea solamente carne, es decir, que la carne traiga, como los buenos juguetes, la pila incluida: es decir, el espíritu. En otras palabras: que el erotismo auténtico no sea otra cosa que amor.

En el segundo caso, se advierte un contraste inmediato en Lolita, la novela, que resulta ser “un alegato por la libertad de la perversión compartida, por la posibilidad de vivir la otredad y la falta de juicio por parte de los demás”. Frente a la presentación explícita de las escenas por parte de Miller se encuentra uno las descripciones indirectas de Nabocov: “El hecho de que en la novela no haya ni una sola escena sexual explícita es en gran medida lo que da su carácter estético, y es precisamente eso lo que hace que sea una novela erótica: mantiene una tensión constante de ocultación, algo atado que no se desata de todo”.

En “¿De dónde salen los cuentos?”, Marco Tulio aventura dos postulados, a saber: que “la constitución espiritual de cada escritor es propicia para cierto tipo de cuentos” y que 2) “cada cuento tiene su momento para manifestarse y ese momento tiene relación con el estado espiritual, con la situación existencial y el ánimo del autor”. Dicho y explicado lo cual, delinea las condiciones del cuentista (acaso de sí mismo): mitómano, movido por el egoísmo, dueño de un “carácter implacable, que lo hace capaz de sacrificar su vida, su familia, su estabilidad, por pulir un texto”. Finalmente explica cómo se originaron algunos de sus cuentos, sección que no sé si agradecer o reclamar. Aficionado como soy a la colección de palimpsestos me gusta imaginar las relaciones e influencias entre obras, por lo que tener noticia de la anécdota original enmaraña ese tejido intertextual (esa sería la base de mi reclamo); pero por otro lado, saber cuál fue el germen y leer el resultado es útil para imaginar el trabajo que requiere la realización del cuento (y que un autor deje entrever su técnica, es algo que se agradece).

Siguiendo el hilo biográfico, “La novela: seda entre las manos” revela los motivos de Breve historia de todas las cosas, la primera novela publicada por el colombiano residente en Xalapa, Veracruz, México. Se comentan además las experiencias referidas en Paraísos hostiles, “novela de la miseria humana”. Pero no basta con la vida ordinaria para escribir, porque novelar es orgnizar un tejido textual sedoso “que resbale entre las manos, que acaricie, que arrope, que seduzca, que se convierta en un espacio habitable, digno de ser extrañado”. Escribir es un proceso de aprendizaje (de técnicas narrativas y de saberes humanos en el que inevitablemente se va perdiendo el candor):

craso error: creer que contárselo todo a la mujer amada es un buen movimiento resulta ser una especie de pasaporte al eterno retorno: esa mujer estará el resto de su vida recordando a las otras mujeres, aunque uno ya las haya olvidado. Contarle todo a la mujer amada es como condenarse a llevar un chimpancé en el hombro toda la vida.

Se aprende también que “las novelas están estrechamente vinculadas a la situación económica del país en que salen publicadas: si el país está en crisis, la novela está en crisis”, que si “[l]a escritura es una satisfacción solitaria. Ser leído es como escapar del onanismo y entregarse al amor”, y que únicamente “siendo irredimible optimista se puede persistir en la profesión del escritor en estos tiempos de penuria”.

En “El gran modelo” se insiste en que las grandes motivaciones de hombres y mujeres se encuentran el amor y el erotismo: “uno escribe para ser amado”. “El erotismo es la historia de una carencia, la fábula de la lucha por satisfacerla, es amor a lo desconocido que en cualquier momento puede botar del ser que nos acompaña”, dice Marco Tulio. Esto explica sus temas. El amor y el erotismo están en la base de su poética personal. El deseo de más. Si García Márquez quiere escribir mejor que Cervantes, Marco Tulio por qué no habrá de buscar una obra más grande que Cien años de soledad (lo dirá más adelante). Esa es su actitud vital, tal vez por ello su meta sea el imposible: “Entender a la mujer es comenzar a entender la vida”.

Hay que decir que las conferencias son amenas, cual debe ser: escritas para ser leídas en público. Lejos de la pedantería académica, el tono personal no le resta profundidad al tratamiento de los temas explorados. Al contrario, la atmósfera es propicia para decir las cosas con simplicidad: “El novelista se hace en la lectura, en la vida, en el trabajo, en el escritorio y, sobre todo, en la libertad y la posibilidad de soñar”. Sin ocultar que “[e]scribir una novela es un acto de soberbia” y que “[l]os novelistas deben ser como las hembras traidoras. Nadie sabe lo que puede esperar de ellas, como nadie sabe lo que puede esperar cuando humilla a un novelista”.

jueves, 19 de febrero de 2009

Los privilegios de la vista

Ahora que lo pienso es el título de un relato publicado en la colección erótica de mm minimalia (México: Solar Servicios Editoriales, 2008), que “se desprende –según se lee en la página legal- del proyecto fotográfico titulado ‘La escritura y el deseo’” de Alejandro Zenker, que consiste en retratar a escritores con una modelo desnuda “como encarnación de sus deseos, como provocación, como estímulo”. Sandro Cohen / narrador juega en el texto con esta situación, pues inicia contando que ha recibido la invitación para “posar junto a una mujer desnuda” en una sesión donde lo único que debe hacer es dejarse llevar. La ficción está anclada en la realidad: el fotógrafo, Alejandro (¿Zenker?), lo cita en una Casa de San Pedro de los Pinos (donde se encuentran las oficinas de la editorial). Se entera de que Gustavo Sainz ya ha sido fotografiado (en la misma colección se publicó el título Batallas de amor perdidas). Además de otras referencias que contribuyen a la conformación de un ambiente verosímil, como un seminario de redacción impartido por el originario de New Jersey en el Consejo Nacional de las Artes, donde conoció a la recepcionista.

Ésta, como todas las buenas narraciones, atrapa desde la primera línea, subyuga y no es posible abandonarla sin haber llegado al punto final. (Se dirá que Ahora que lo pienso es un texto breve y es cierto, pero también es verdad que hay ficciones mínimas que hastían y obligan a dejar la lectura inconclusa). Aquí la brevedad no va en detrimento de la obra. No hay un sacrificio sustancial de lo literario. La tensión se mantiene página por página, aderezada con humor: “Empecé a preocuparme por lo que podría suceder si la modelo resultaba, de plano, fea. Pero más me preocupaba la posibilidad de que fuera realmente atractiva”. O bien, cuando el narrador afirma de sí con ironía: “Duro dos o tres meses con alguna mujer –he llegado a cumplir hasta seis-, pero siempre terminan aburridas conmigo y en la cama de alguno de mis amigos.”

La experiencia del escritor le permite jugar -divertirse- con el lector. El uso de las preguntas es buen ejemplo de la maestría. “¿Y que tal si la modelo era novia del fotógrafo?”. Preguntar le permite –primero- incrementar la tensión esbozando al mismo tiempo escenarios “posibles” dentro de la historia, incrementar –luego- la empatía al compartir un estado de excitación e incertidumbre: “¿Y si al dejarme llevar, llegaba demasiado lejos? ¿Y si me reprimía y no hacía hada de lo que ellos querían? ¿Y qué debía hacer, exactamente”, y –por último- aplazar la aparición de la anunciada mujer desnuda, aspecto fundamental para que el relato admita el adjetivo “erótico”. Aquí el erotismo no se justifica por la sola presencia de una modelo que se despoja de la ropa para una sesión fotográfica, sino por la exploración del deseo humano, por la contemplación de la belleza, por la sugerencia de “algo más”. Erótica es la construcción de una relación que surge de la atracción y está mediada por signos, en la cual es posible aproximarse al misterio del otro gracias a los gestos y las palabras. En este sentido, cobra relevancia la conversación con la recepcionista, cuando le anuncia al narrador que no tardará la modelo.

¿Qué, no eres tú? –quise halagarla. Además, algo había en sus ojos que me daba a entender que no le molestaba la idea.
-¡Cómo crees! ¡Ya mero! –yo lo había dicho así nomás, como piropo, fineza social que no acostumbro, pero cuando se puso roja primero y luego morada, igual que las flores que estaban a mis espaldas, confirmé mi buen tino.


Sandro Cohen/poeta abre la puerta a la sensualidad. Su mirada cuando describe el lugar recuerda que el erotismo es una fiesta de los sentidos. Descubrimiento de la maravilla. Un viaje hacia lo sagrado. La contemplación del universo: “Cerca del tallo, [las flores] eran casi blancas. El pigmento primero aparecía de modo tenue, pero con cada milímetro que avanzaba hacia arriba, se iba volviendo más agudo, penetrante, carnoso, casi impúdico”. Y en esa actitud acuciosa es sorprendido por el anfitrión y Leda (¿Rendón?), la modelo, “una mujer delgada de ojos color miel, nariz pequeña y cabello recogido”, cuyos “pezones eran visibles debajo de su halter de licra.

Sandro Cohen / académico explora la atracción “irresistible” que ejerce el cuerpo femenino sobre los hombres, y de manera especial, hacia los senos.
“Es más fuerte que nosotros –dice. Y si logramos mantener la mirada levantada para ver a nuestra interlocutora directamente a los ojos, debemos hacer un esfuerzo consciente por no bajarla, para que no se extravíe hacia las regiones suaves, curvas y casi hipnóticas debajo de la clavícula”.
Lascividad o encanto. Incitación o flaqueza. Impulso natural o construcción social. El autor concluye la disquisición escribiendo: “Creo que les emociona este juego. A mí, francamente, me pone nervioso.”
La exploración se intensifica durante la sesión fotográfica para desembocar en un giro lúdico, tan agradable como sorpresivo. El relato se sostiene por sí mismo, pero se agradece que esté ilustrado con un ensayo fotográfico de diecisiete fotografías en blanco y negro (además de la portada) impresos en papel ahuesado. Me agrada el contraste entre las imágenes que aparecen en la página 29 y la 34. La pose tiene una variación mínima, pero los ojos de la modelo abiertos y cerrados dicen cosas distintas. También me gusta mucho el desafío visual de la página 38. Si no digitalizo las fotografías y las presento en este blog, no es por pudor ni por consideraciones a la propiedad intelectual, sino por contribuir al sano morbo y esperando que el lector compre uno de los 100 ejemplares de la primera edición para que proyectos de esta naturaleza sean rentables y continuos.

lunes, 9 de febrero de 2009

Reconciliación de lo disperso

Coatlicue en Paz: la imagen sitiada de Luis Roberto Vera

Puebla, Pue. Octubre 2003

Tuve la oportunidad de leer Coatlicue en Paz: la imagen sitiada[1] durante las pruebas de edición. Y he vuelto recorrer con gusto las 260 páginas de la obra ya publicada. En ambos casos mi encuentro con el libro ha sido de gran provecho personal, como si hubiera leído dos en vez de un texto. La razón es simple: Luis Roberto Vera, haciendo gala de sensibilidad y erudición, escribe con la puntualidad y el rigor de un investigador profesional, serio, comprometido con su labor, y también lo hace con la clarividencia y la lucidez del poeta que trasciende lo dicho en cada palabra. En consecuencia, su estudio sobre La diosa madre azteca como imago mundi y el concepto binario de analogía/ironía en el acto de ver, se convierte en una referencia necesaria para quienes pretenden abordar la compleja visión de Octavio Paz sobre el arte. El valor académico de las conclusiones a las que se llega es innegable, como cierto es que la revisión de ensayos y poemas pacianos realizada por el Doctor en historia del arte, aparece ante quien lee como un gran poema. Y no sólo porque, como dijera Antonio Machado, «poesía es algo de lo que hacen los poetas». Escrito originalmente en inglés, al ser traducido, la redacción perdió algunos juegos fónicos, desde el mismo título «The image under Siege», pero en todo momento conserva la impronta del autor, quien ya nos había dicho en Hoguera de hojas secas que «todo poema y todo amor / es reconciliación de lo disperso»[2].

Afirmar que este libro de cariz científico, dadas las exigencias metodológicas y la precisión con que se analizan los textos de Octavio Paz sobre arte, es simultáneamente un poema puede parecer una idea descabellada, máxime en estos tiempos donde es moneda corriente que la poesía se caracteriza por la polisemia frente a la omnitextualidad y univocidad del lenguaje científico. Afortunadamente llegó a mis manos un texto de Jaime Labastida donde se afirma que «el lenguaje científico puede ser, a su vez, multívoco y el poético, en cambio, unívoco»[3]. Cualquier «frase poética» insertada en un párrafo incendia, por así decirlo, a las palabras contiguas. En este caso, un poeta estudia a un poeta, aunque no sólo en sus poemas. ¿Cómo iba a carecer el texto de ritmo? ¿Cómo iban a faltar las imágenes? ¿Cómo no iban a re-velar las palabras un significado profundo?

En la Introducción, Luis Roberto nos habla del origen y las características de su estudio; ahí hace explícito su objetivo primordial, a saber, que busca «revelar cómo percibe el arte un poeta mexicano –que es al mismo tiempo un poeta universal- y mostrar de qué manera sobrevive el pasado mesoamericano en esta visión contemporánea». Consecuentemente, a lo largo de seis capítulos nos muestra cómo ha funcionado en Paz el gozne analogía/ironía –el lenguaje como equivalencia del universo y límite-, de qué manera el Nobel mexicano delinea un cosmos geométricamente organizado según el «triángulo incandescente» (imaginación, amor y libertad) que deviene cuadrilátero al incluir la otredad, de qué forma irrumpe lo sagrado gracias al arquetipo de la diosa madre (origen y fin de la vida), presente en el imaginario cultural de diversas sociedades y, finalmente, cómo la mujer se convierte en epifanía del universo. El propósito del estudio se cumple felizmente cuando todo indica que el eje de este proceso de organización del universo, que es posibilitado por el lenguaje e involucra diversas áreas del conocimiento, es «la Gran Diosa azteca» y concretamente «la estatua llamada la Coatlicue Mayor».

Dos puntos llaman mi atención. En primer lugar: metodológicamente, se realiza una aproximación helicoidal al objeto de estudio. La recurrencia a los mismos textos no es un acto repetitivo, pues, a más de ser la fuente de primera mano, las citas se insertan en un nuevo contexto y aclaran paulatinamente la pervivencia de lo prehispánico en la obra del poeta mexicano. Es un ejercicio académico interesante que, por un lado nos muestra la alta densidad en la escritura del Nobel, un hombre capaz de inyectar en las palabras múltiples sentidos, y por otra parte, corresponde a la aplicación del método para el análisis de obras de arte descubierto por Luis Roberto en Paz. A propósito, en el capítulo V nos dice: «el poeta percibe de tres maneras el acto de ver. Primero, como un desciframiento y una rearticulación de las obras de arte en tanto signos visuales. (...) Segundo, el acto de ver es una actividad que involucra no sólo una participación (...) que compete al orden estético, sino que también posee un sentido metafísico. (...) Tercero, el acto de ver es una actividad autorreflexiva: la circularidad de la mirada. Sólo que esta circularidad es también una coexistencia: englobadora, continua, total, no sucesiva.»[4]

Al verbalizar la mirada, por la linealidad del lenguaje, el discurso sobre el objeto adquiere el aspecto helicoidal. Lo cual, sin embargo, no impide interpretar estos giros como una obsesión por los espirales en la poética de Luis Roberto. Estas curvas le han permitido en sus poemas hurgar más allá de lo inmediato, hallar formas y colores, pero sobre todo, acceder al conocimiento. Cito fragmentos de tres poemas:

De La sombra de la espiral

También el tiempo
-como un ofidio-
desplegó su espiral
y separados ya
por su hueco
regresamos
tú y yo
al espacio ensombrecido.[5]

De Transverberación de la lluvia en el mar

Reverbera la piel del cuadro en Rojo:
La luz hiere el ala que se abate,
Los triángulos son plumas en la ola
Y en la espiral son rombos sus escamas.[6]

De Escalera al hipogeo

Helicoidal suspensa acordonada
-hecha en roca y cristal, madera y hierro-,
la escalera se trenza sobre su eje,
giran la tierra, el fuego, el agua, el viento
y me llevan al fondo de este pozo.[7]

En segundo lugar: Luis Roberto nos muestra cómo las imágenes míticas de la diosa madre mencionadas en la obra de Paz se corresponden en distintas cosmovisiones. Aquí, «Coatlicue es una presencia en la que se concentra la totalidad del universo»[8]. Y toda vez que esta fenomenología cósmica se hace más clara en el cuerpo femenino, se impone hablar de la identificación Tonantzin/Guadalupe: «El origen último de esta correspondencia [María/Coatlicue] -nos dice el autor- está basado en el antiguo mito de la Gran Diosa: Virgen, Madre, Dadora y Exterminadora de vida»[9]. Tal como señaló el mismo Octavio Paz en una nota de Mariposa de Obsidiana: «Todas estas divinidades femeninas [Izpapálotl, Teteoinan y Tonantzin] se han fundido en el culto que desde el siglo XVI se profesa a la Virgen de Guadalupe.»[10]

Las asociaciones no terminan ahí, Luis Roberto nos remite al Triunfo de Venus que ilustra las últimas ediciones de Apariencia desnuda: la obra de Marcel Duchamp, para hacernos ver que la mandorla de esta Venus corresponde a la de la Virgen del Tepeyac, apuntando que «Tanto la imagen italiana como la mexicana tienen fuertes connotaciones sexuales asociadas con el uso de la mandorla.»[11]. Lo cual ya había sugerido en su poema Tonantzin-Guadalupe:

Labios de piel oscura
Que el amor abre, su manto descubre
La cabeza, dádiva gozosa
Los vellos entre el oro desplegado,
Un pubis, camino de la encarnación.[12]

Pero ahora se hace explícito: «En el caso de Tonantzin/Guadalupe este diseño en forma de almendra que conforma su imagen es claramente la abstracción del sexo femenino: su cabeza se corresponde con el clítoris, así como su vestido y manto con los labios mayores y menores, en tanto que los rayos semejan bellos púbicos geometrizados. La posición de las manos de la Virgen repite la forma oval de la composición.»[13]

Hasta aquí, por el momento, mis consideraciones sobre un libro de interés general y útil para acercarse a la mirada de Octavio Paz.



[1] Vera, Luis Roberto, Coatlicue en Paz. La imagen sitiada. Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla–Dirección General de Fomento Editorial–Facultad de Filosofía y Letras–Maestría en Literatura Mexicana, 2003.
[2] Vera, Luis Roberto, «Hoguera de hojas secas» en Clerestoria. México, Universidad Autónoma de México, 1992, p. 22.
[3] Labastida, Jaime, «Post scriptum» en La palabra enemiga. México, Aldus Editorial, 1996, p. 56.
[4] Vera, Luis Roberto. Coatlicue..., op. cit., pp. 153-154.
[5] Vera, Luis Roberto. «Poemas de la espiral», en Crítica. Revista Cultural de la Universidad Autónoma de Puebla, número 96 (diciembre de 2002-enero de 2003), p. 60.
[6] Ibid.
[7] Id, pp. 60-61.
[8] Vera, Luis Roberto, Coatlicue..., op. cit., p. 88.
[9] Id, p. 92.
[10] Paz, Octavio,.¿Águila o sol?, apud Vera, Luis Roberto. Coatlicue..., op. cit., p. 93
[11] Vera, Luis Roberto, Coatlicue..., op. cit., p. 104.
[12] Vera, Luis Roberto, «Tonantzin-Guadalupe» en Pintura en tiempo presente. México, Ediciones El tucán de Virginia, 1982, p. 16.
[13] Vera, Luis Roberto, Coatlicue..., op. cit., p. 104.