lunes, 14 de junio de 2010

El murmullo del tiempo


Los versos de Alfonso Garcés Báez en El murmullo del tiempo (Puebla: BUAP-Facultad de computación, 2008) se aglutinan formando manojos de palabras con intención poética –para usar una expresión de Josu Landa- que versan y conversan sobre la experiencia de ser humano y estar inyectado en el mundo. Uno a uno los poemas exploran e indagan las posibilidades del hombre –tierra de Eros- y su finitud –dominio de Thánatos- con buen humor y no poca ironía. Ritmo e imagen. Búsqueda y testimonio. La poesía cuando es genuina e inmediata nos hermana, como sugiere el epígrafe, tomado de Octavio Paz: "también soy escritura / y en este mismo instante / alguien me deletrea".

1. Del amor sólo es posible hablar en ausencia, y en este sentido, el poema "Fragancia del infinito" es una evocación de la nostalgia amorosa: remembranza de la mixtura dulce en que coinciden los contrarios: atracción ineludible y proyecto íntimo, voluntad e instinto, dolor placentero, placer doloroso: "Te quiero y te deseo", confiesa en el primer verso. Y de inmediato se describe la condición –a veces dependiente, en ocasiones subyugada- en que el amante se sitúa frente al ser amado: "Me tienes comiendo / en la palma de tu mano". Los lugares comunes funcionan en el discurso, también en el poético, precisamente porque son signos compartidos. La lengua de todos. Un espacio cohabitado. Entonces el poeta insiste en la sensación de necesidad: "Me estoy extinguiendo / por falta del aire / que me dabas". Es cierto, la alteridad siempre nos desborda, y esa es la tragedia: nunca abarcaremos al ser amado. Toda relación es asimétrica. El éxtasis erótico, la maravilla, lo sublime esbozan un horizonte de trascendencia que desafortunadamente es breve. Bello, pero diminuto. Quizá por ello, el amor entraña, en mayor o menor grado, un cierto fetichismo. Veamos:
Distribuiré la fragancia
de tus diminutas bragas
para que al inhalar
la última partícula,
apenas tenga tiempo
de cruzar el infinito [...] (10)
 
2. Si bien, el amor como estado afortunado no es infinitamente perdurable, es un impulso que propende a la construcción de realidades nuevas, es el sustento del afán conquistador, es la fuerza que ha justificado las grandes epopeyas románticas. Es el principio de la osadía:
Ya no entraré por la ventana;
derrumbaré la puerta principal
para contigo estar. (12)
Es una pulsión que arrastra hasta comprometer la vida, ponerla en riesgo, empeñarla, como se promete en "Pago": "Voy a pagar lo abierto de tu corazón". Y se cumple en los últimos versos: "Con mi vida, en prenda, / empiezo a pagar". (13)

3. Frente al amor que desafía al tiempo, se cierne la conciencia histórica que nos recuerda que nada es para siempre, que lo humano por el hecho de serlo es también perecedero: mortal. Garcés Báez lo asume en "Perfil":
Lástima que seamos pasajeros
y tengamos que llegar,
lástima que todos
tengamos un final. (18)
Y desarrolla esta conciencia también en "Sueño despierto":
Empiezo a probar tu aliento,
pero qué lástima,
tu beso me supo
tan real y tan bueno,
que justo ahora
despierto. (20)
Nada es para siempre, y sin embargo, vale la pena el intento, como se aprecia en "Despedida":
Si te dijera:    me he enamorado de ti.
[...]
Si te dijera:    no me importa con quién vivas,
            ¿quieres saber de mí?
[...]
Si te dijera:    lo poco que he logrado
            ha sido para llegar
            hasta donde tú estás. (16)
Vale la pena, pues, abrirse a la alteridad, porque, como se anota en "Fordicha":
Los rebeldes teóricos
jamás conocerán
la FOR-tuna de sentirse
con todos,
ni la des-DICHA
de sentirse solos. (40)

Cuarta de forros

4. Pero no sólo el amor, su brevedad o imposibilidad, o la muerte son materia del poema, lo es también la vida diaria, tal como se advierte en "Mi dieta", un poema irónico que cuestiona las promesas de la vida sana. No todo responde a la lógica aparente de causa-efecto. Así, escribe Alfonso Garcés: "Cuando me regresen / mi parte querida, / evitaré tomar y comer / aquello que la afecte," rematando el juego de sentido con una promesa "y con amor, / guardaré dieta / el resto de mi vida". (11) También lo es el paisaje, cuando frente a los ojos sorprendidos cobra vida, como en el poema "Iztaccíhuatl" al que pertenecen los siguientes versos:
Me deslicé sobre tu cuerpo,
envuelto en el perfume frío y traicionero
con el que embriagas a las nubes [...] (32)
Y el mundo cotidiano cuando, repentinamente, nos revelan una naturaleza distinta, como en "Angelópolis":
Las cúpulas
coloridas y brillantes
sobresalen
entre la espesa bruma
de la mañana,
entre las nubes.
Somos ángeles. (44)
 
5. Y por si no fueran suficientes los versos consignados en esta revisión para valorar el trabajo poético de Alfonso, transcribiré un poema completo que sin duda incluiría en la selección poética, a manera de Antología, que no pretendo hacer, pero que titularía sin embustes: "Los versos que guardo de mis amigos". Se trata de "Calzada Moreliana", una secuencia narrativa que me hizo recordar un viaje feliz por la capital michoacana. Va que va:
No sé cómo se llama
pero hay muchos árboles
a los costados
de esa calzada,
yo la llamaría
de los enamorados;
como los pájaros
se refugian en las ramas,
las parejas por la noche
en la obscura sombra
se aman.
 
La primera parte
está iluminada,
la mejor es la última
por enigmática.
 
Los árboles
siembran romance,
le riegan pasión,
deshierban odio
y cosechan amor.
 
Calzada moreliana
quisiera regresar mañana
pero si no regreso,
ya te llevo prendida
en mi alma. (26)