Es cierto, “el podcast es una
actividad apasionante” tal como afirma Federico Borges en la presentación de su
libro Profcasts: Aprender y enseñar con
podcasts (Barcelona: UOC, 2009). Apasiona porque implica el encuentro con
otras personas. Apasiona porque al preparar cada episodio posibilitamos nuevos
saberes. Apasiona porque el ser humano ha llegado hasta donde está gracias a
las destrezas comunicativas. En efecto: “Crear podcast requiere, más aún que el
manejo de las tecnologías, saber qué decir, cómo hacerlo, y cómo darlos a
conocer”. (9)
Desde luego, el uso del audio y del
video para mejorar el aprendizaje no es nada nuevo. Phillips introdujo el
cassete al comienzo de los años 60 y, para no hacer larga la historia del video
basta con recordar que, los cartuchos Beta y VHS datan de mediados de los 70. Está
claro que existen algunas diferencias entre el uso tradicional del audio y del
video y el actual: ahora cualquier usuario de la red puede crear y difundir
episodios de audio o vídeo que otros usuarios podrán descargar y reproducir
gracias a las Tecnologías de la Información y la Comunicación(TIC), pero “gran
potencial del podcast para el aprendizaje y la enseñanza no está en sus
características, sino en el uso que hagamos de él, ya que se puede usar para
preparar acciones docentes escasamente motivadoras o meramente transmisivas, o
bien realizar acciones docentes motivadoras y significativas para los
estudiantes, y que sean una parte coherente del curso”. (12)
Los podcast, en la medida en que están
disponibles a toda hora y permiten la movilidad, constituyen un buen apoyo para
estudiantes que por alguna razón no van al ritmo de toda la clase, “sea por
razones cognitivas, por tener un escaso nivel de conocimientos previos, o por
no poder asistir a ciertas clases” (14), de manera que podemos afirmar con
Federico Borges que “el podcast educativo no es exclusivo de la
formación en entornos virtuales de enseñanza y aprendizaje” (15). La
presencia de las TIC en la vida diaria es ya un hecho, por más que se diga que
no todos tienen acceso.
*
Habiendo dejado clara la utilidad de esta herramienta en el
contexto educativo, el autor pasa a la definición:
Un podcast es un archivo digital
de sonido o de video disponible en una web y con el que podemos hacer dos
cosas: escucharlo desde donde lo encontramos, o bien descargarlo en nuestro
ordenador, para reproducirlo después sin estar conectado a Internet o para
oírlo en un reproductor digital.
Por supuesto,
Con los
podcasts se puede hacer más cosas, claro. De momento, el concepto fundamental
que debemos recordar es que un podcast es
un archivo de sonido que además de estar disponible en la Red, el visitante
puede descargarse adonde prefiera para oírlo o verlo después. (17)
Y para entender mejor cómo
funcionan, el autor recurre “el concepto push/pull”, recordando que “los medios de difusión
tradicionales (prensa, radio, televisión) responden al concepto push, es decir, emiten hacia el usuario
con su periodicidad y programación” mientras que “podcast, como los contenidos
disponibles en una web, pertenece al concepto pull, porque es el usuario quien decide cuando ver, oír o descargar
esos contenidos” (18). Y con esto podemos señalar que no todo el audio
disponible en la red es un podcast. El streaming es anterior al podcast y se
caracteriza porque permite la reproducción de audio o vídeo en línea, sin
necesidad de descargar el archivo.
Una de las características más
importantes del podcast, además de la flexibilidad es su capacidad de establecer
relaciones entre usuarios y, por tanto, construir una comunidad siempre y
cuando se alcance un cierto grado de interactividad o intercambio, altamente
deseable en los podcasts educativos, “ya que ese intercambio generará un mejor
aprendizaje y un afianzamiento del conocimiento”. (21)
Conviene recordar que “Los
podcasts se suelen colocar en webs, y éstas son las que tenemos que encontrar”
(23). Desde ahí se pueden escuchar y descargar, pero, además, en la mayoría de
ellos es posible suscribirse.
Ahora bien, para aprender con
podcasts el primer requisito es “estar dispuesto a utilizar, para estudiar y
aprender, un dispositivo que muchas personas asocian con el ocio” (33) y es si
bien técnicamente es lo mismo, la actitud durante el ocio y el estudio es,
lógicamente, diferente. Pero una vez que existe la disposición para aprender
con podcast, se experimentan ciertas ventajas cognitivas, ya que se permite “el
aprendizaje en colaboración, así como en la interpretación, el análisis, la
selección y la difusión de contenidos; se involucra al estudiante “en su
aprendizaje y en su trabajo personal”; se da pie a la autogestión permitiendo
que el alumno “organice el tiempo, a que planifique su trabajo semanal, mensual
o del curso, debido a que los utilizará en su tiempo libre, fuera de clase,
cuando más le convenga” (35) ya que cuenta con las instrucciones del profesor
en todo momento. Se pueden aclarar dudas o clarificar conceptos al repetirlos
cuantas veces sea necesario. Asimismo, “los podcasts pueden contribuir a la
continuidad del estudiante en su estudio, a disciplinares” y a reducir la
ansiedad. Más aún, los estudiantes no son únicamente receptores; ellos pueden producirlos,
“dirigidos al resto de los compañeros de su aula, a los estudiantes de su
centro educativo o al público en general”. Y esto es muy importante porque “no
sólo se aprende con los podcasts escuchándolos, sino que también se puede aprender con ellos al elaborarlos,
ya que se aplican conocimientos adquiridos o se afianzan, al realizar un
producto concreto y dirigido a enseñar un producto concreto y dirigido a
enseñar o informar a otros” (37).
Tiene razón Federico Borges
cuando se anticipa a la crítica de quienes podrían argumentar que “el
profesorado no debería realizar profcasts, porque significa promover la
comodidad del estudiante y reducir su responsabilidad en el proceso de su
aprendizaje”. Desde luego, sustituir el aprendizaje por la demostración de lo
que sabe el maestro es un riesgo, pero no un hecho inevitable. Así que, “con nuestros
podcasts no estamos relevando al estudiante de su responsabilidad, sino que
contribuimos a que se implique en su aprendizaje, sobre todo en el caso de
profcasts que van más allá del lecturacasting, es decir, de grabar una clase en
el podcast” (39). Al mismo tiempo que contribuye a proyectar una imagen
positiva del profesor, esta actividad mejora la práctica docente, ya sea como
ejercicio de microenseñanza o como desarrollo de nuevas habilidades. Sin
embargo, “aunque puede haber profesores que opten por ser ellos quienes creen y
produzcan podcasts específicos para su docencia”, también pueden usarse podcast
de otros autores.
Como puede verse en el cuadro
anterior, el uso educativo de los podcast es muy variado, y permite “llevar los
contenidos o la acción docente más allá del aula, los estudiantes pueden oír o
ver nuestros profcasts tantas veces como necesiten”. Además, “podemos dar un
apoyo extra a estudiantes extranjeros, para los que el idioma presenta
dificultades que interfieren en la comprensión y asimilación de los contenidos”
(42) o “desarrollar la reflexión y el aprendizaje de destrezas conducentes a
una mayor competencia”. Pero, para obtener la mayor cantidad de beneficios es
importante que
no pensemos
que las clases grabadas o lecturecasting
son la única aplicación posible del podcast en la acción docente, porque se dan
otras aplicaciones que complementan la acción docente y que además permiten que
los estudiantes pasen de ser meros receptores a crear y difundir podcasts
elaborados con sus propios contenidos. (43)
Además de la
clase
magisterial o exposición (lecturecasting) que “puede sustituir una
clase presencial cuando sólo se trata de transmitir contenidos”, el profcast
puede usarse en el trabajo de campo con “indicaciones para actividades a realizar
fuera del aula” o para que “los
estudiantes graben lo que hacen”. Sirven también para los laboratorio/simulaciones
así como para el refuerzo o consolidación ya que “se puede incidir, repetir o
reforzar contenidos concretos”. También, “con los profcasts el profesor o
profesores puede dirigir comentarios personalizados, de
manera individual, a cada uno de sus estudiantes” o a todo el grupo. Se pueden ampliar
contenidos, noticias y otros recursos, “incluso pude aportar contenidos
más informales para disminuir la ansiedad de ese momento del curso”. Y además, “los
podcast realizados por el profesorado, o por los estudiantes, pueden dar cuenta
de acontecimientos o informaciones de la comunidad educativa […], pueden servir de promoción
o de resumen de actualidad de grupos, departamentos o asociaciones relacionadas
con la institución”. (44-46)
Es importante que tengamos en
cuenta que “crear y difundir podcasts no significa necesariamente que se
escuchen, que gusten o que unos usuarios se los recomienden a otros” (47), por
lo que es importante “explorar las formas de sacar partido a nuestros podcasts
en beneficio de nuestros estudiantes” (48). Desde luego, los comentarios y
opiniones recibidos pueden ser un parámetro para evaluar el impacto del
podcast. Pero para obtener buenos comentarios, es preciso compartir episodios
interesantes, lo cual no se logra sin “algo” que decir y alguien a quién
dirigirse. También puede ser útil “ver qué hacen otros profcasters (u otros
podcasters) y aprender de ellos”:
¿Qué
contenidos tienen su profcasts? ¿Qué duración tienen? ¿Son visibles donde están
ubicados? ¿Qué hace que sean atractivos? ¿Cómo explican, qué lenguaje y estilo
utilizan? ¿Habilitan algún medio para preguntar o contestar al profcast? Si es
así, ¿qué dicen los estudiantes?, ¿son profcasts sencillos o de confección
profesional? (49)
Entonces, es necesario saber a quién se dirige uno, tener claro qué se va a comunicar, explicar o contar y esto puede sugerirse desde el título del podcast. Conviene que el profcast esté “integrado con el material” del curso, que sea resultado de una planeación, que siga una “estructura adecuada a nuestros fines”. Hay que desarrollar un estilo que despierte el interés y romper la monotonía incluyendo a otras personas o recurriendo a la entrevista, por ejemplo. En cuanto a su duración, “ni corto ni excesivo, que en general podemos establecer en 10 o 15 minutos”.
Para difundir el profcast, es importante facilitar el acceso
y la participación. Luego habrá que evaluar los contenidos y la calidad además
de la forma en que ha sido recibido. Y finalmente experimentar, sin olvidar que
“si desarrollamos una estructura correcta y atractiva podremos utilizarla como
base creativa, así facilitaremos el proceso de producción y contribuiremos a la
difusión de nuestro producto” (56)
La estructura sugerida por Borges incluye tres momentos. La presentación pretende “suscitar el
interés del destinatario” (57) al tiempo que se le da la bienvenida. El cuerpo corresponde al contenido. Y la
conclusión es un “resumen rápido de los conceptos importantes o de los más
interesantes” (58)
Finalmente, el autor nos recuerda una serie de aspectos que
debe considerar un profcaster y que van desde el conocimiento de la legislación
de su país “sobre las cuestiones relativas a derechos de autor y a las
sociedades que los gestionan” (59) para saber lo que puede o no decir y hacer,
hasta el uso de las noticias, que deberán modificarse “de forma que no sean
exactamente iguales que en el medio de procedencia” (61), pasando por la
exigencia de un mínimo de calidad en el audio, la especificación del uso y la
licencia de los episodios, y la importancia de la autoría.
*
"Por tanto, el joven, o el adulto,
que vemos en la calle o en el transporte público, y que escucha o mira algo con
sus auriculares conectados a un dispositivo digital, puede muy bien estar
escuchando las explicaciones de su profesora, o de un compañero, sobre unos
contenidos de sus estudios".
Federico Borges
Fotografía: Noticias de San Luis