domingo, 30 de mayo de 2010

¿Escribir correctamente y sin errores?


Comenzaré diciendo que los libros y manuales cuyo título empieza con un prometedor "Cómo…" me provocan desconfianza. Primero, porque me remiten a mediados del siglo pasado, cuando estuvo en boga la idea de que era posible adquirir "conocimientos prácticos y permanentes" para resolver cualquier problema, al margen de un proceso reflexivo. Segundo, porque en la lógica de hágalo usted mismo, se genera la ilusión de ser inteligente si se logra unir el punto A con el punto A' siguiendo un diagrama. Tercero, porque en un mundo complejo y cambiante, se antoja reduccionista la solución fácil –al estilo de las recetas de cocina- para los más diversos conflictos. Sin embargo, es un hecho que el Como… en el título de un libro sigue siendo un gancho mercadotecnia para atraer desesperados e incautos. Confesaré, también, que no obstante la desconfianza suelo hojear este tipo de libros. Hay desde luego, agradables hallazgos, valiosas y sorprendentes excepciones. Una de ellas es, Cómo escribir correctamente y sin errores. Técnicas de comunicación escrita de María Teresa Forero (Montevideo: Concepto, 2005).

No estoy pensando en que quien recorra las páginas de este libro escribirá –ipso facto- correctamente y sin errores, sino en que aunado a un buen diseño editorial, con una redacción puntual y amena, se ofrecen elementos básicos para la comprensión de la lengua española. Tengo la impresión de que puede ser una referencia muy útil en la educación media. Ahora que, en un hipotético país donde asistir a calentar la banca es razón suficiente para acreditar los cursos, donde el índice de reprobación disminuye "por orden del supervisor" cuya consigna es "no se puede reprobar a nadie", pudiera constituir un prontuario para estudiantes de nivel superior. Y entrados ya en deprimentes escenarios hipotéticos, pudiera ser de utilidad también para los profesionistas que se "formaron" en universidades donde el lugar común es que "¿Y para qué quieren la redacción? ¿No la necesitan?". Ajá. Si escriben como mi admirado Carlos Fuentes, ni hablar. Pero cuando los otros –ilustres y orgullosos graduados- se den cuenta de que para ser competitivos en el ámbito laboral no basta con hacer pictogramas, gruñir y patalear, los puede salvar de la catástrofe este manual. En fin, está claro que al decir hipotético no estoy aquí aludiendo a la realidad.

Lo que sí es real es la dosificación didáctica de información y ejemplo contenidos en Cómo escribir correctamente y sin errores. Y aunque para algunos suene a perogrullada, es conveniente recordar que un buen texto no se produce –inicialmente- tomando papel y lápiz o sentándose frente al ordenador a ver que sale; "antes de comenzar a escribir –no importa de qué género se trate, ni si es una comunicación formal o informal- debemos pensar qué queremos transmitir" (5). En la práctica, la omisión del previo proceso intelectual puede afectar la producción del texto. Admito, desde luego, que no es necesariamente anterior. Ocurre, de hecho, también mientras se produce el texto. Pero conocer nuestra "intención comunicativa" permite "establecer luego el tipo de texto adecuado y emplear las estrategias más convenientes para salir airoso". (6) En ese sentido es valiosa la tipología textual que presenta.



Esta clasificación no es la única posible. Por supuesto que es importante el hecho de que explicita el criterio elegido (la intención comunicativa: qué se pretende con el documento). Pero es, además, simbólico el hecho de que ocupe la parte medular, la columna central.

Teniendo claro el para qué, lo siguiente es resolver el cómo, proponer estrategias. Y a eso dedica los siguientes capítulos que nos llevan de la página en blando a las cartas, las monografías y el currículum vitae, pasando por descripciones y narraciones, en un recorrido ameno que en ningún momento renuncia a la búsqueda de la inalcanzable perfección y donde es posible revisar, por ejemplo, casos especiales de concordancia entre sujeto y verbo, entre adjetivos y sustantivos. Ahora bien, lejos de los esquemas que se aferran a la receta de cocina y la fórmula mágica o al compendio gramática, María Teresa Forero nos introduce en la complejidad del texto y la íntima relación entre el autor y el lector:

A partir de 1920, en Estados Unidos, enfocaron el estudio de la legibilidad y, tras varios años, llegaron a la conclusión de que ésta dependía de factores lingüísticos. Crear un texto por el cual el lector pueda "deslizarse" no significa escribir sobre temas banales o superfluos. Deslizarse por un texto no es un "juego de niños". Nos deslizamos por los textos de Gabriel García Márquez o de Mario Benedetti porque, además de sus argumentos o su rimo, la belleza de lenguaje, y su estilo, poseen ciertas características. (16-17)

Atendiendo a estas características, un documento oscila entre la Alta legibilidad y la Baja legibilidad. Que también se verá afectada por las características tipográficas y la memoria del lector (en promedio de 15 palabras).
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En fin, en este libro –recomendable para quienes sienten el deseo de mejorar su redacción- se presentan varias técnicas para comenzar a escribir, a sabiendas de que también es importante involucrar los sentidos. Se combinan las listas de características y sugerencias con las preguntas generadoras de inferencias y desafíos: "¿Sabes leer?", inquiere la autora (88) . Se propone el juego de perspectivas, amén de otros consejos, incluido el "No escribas si estás muy enojado. Recuerda que lo escrito… escrito está, y luego será más difícil reparar un insulto o una acusación" (65-66). Hasta se incluye hasta una narratología mínima, ¿qué más se puede pedir? Sólo falta, escribir, escribir, escribir.