lunes, 9 de febrero de 2009

Reconciliación de lo disperso

Coatlicue en Paz: la imagen sitiada de Luis Roberto Vera

Puebla, Pue. Octubre 2003

Tuve la oportunidad de leer Coatlicue en Paz: la imagen sitiada[1] durante las pruebas de edición. Y he vuelto recorrer con gusto las 260 páginas de la obra ya publicada. En ambos casos mi encuentro con el libro ha sido de gran provecho personal, como si hubiera leído dos en vez de un texto. La razón es simple: Luis Roberto Vera, haciendo gala de sensibilidad y erudición, escribe con la puntualidad y el rigor de un investigador profesional, serio, comprometido con su labor, y también lo hace con la clarividencia y la lucidez del poeta que trasciende lo dicho en cada palabra. En consecuencia, su estudio sobre La diosa madre azteca como imago mundi y el concepto binario de analogía/ironía en el acto de ver, se convierte en una referencia necesaria para quienes pretenden abordar la compleja visión de Octavio Paz sobre el arte. El valor académico de las conclusiones a las que se llega es innegable, como cierto es que la revisión de ensayos y poemas pacianos realizada por el Doctor en historia del arte, aparece ante quien lee como un gran poema. Y no sólo porque, como dijera Antonio Machado, «poesía es algo de lo que hacen los poetas». Escrito originalmente en inglés, al ser traducido, la redacción perdió algunos juegos fónicos, desde el mismo título «The image under Siege», pero en todo momento conserva la impronta del autor, quien ya nos había dicho en Hoguera de hojas secas que «todo poema y todo amor / es reconciliación de lo disperso»[2].

Afirmar que este libro de cariz científico, dadas las exigencias metodológicas y la precisión con que se analizan los textos de Octavio Paz sobre arte, es simultáneamente un poema puede parecer una idea descabellada, máxime en estos tiempos donde es moneda corriente que la poesía se caracteriza por la polisemia frente a la omnitextualidad y univocidad del lenguaje científico. Afortunadamente llegó a mis manos un texto de Jaime Labastida donde se afirma que «el lenguaje científico puede ser, a su vez, multívoco y el poético, en cambio, unívoco»[3]. Cualquier «frase poética» insertada en un párrafo incendia, por así decirlo, a las palabras contiguas. En este caso, un poeta estudia a un poeta, aunque no sólo en sus poemas. ¿Cómo iba a carecer el texto de ritmo? ¿Cómo iban a faltar las imágenes? ¿Cómo no iban a re-velar las palabras un significado profundo?

En la Introducción, Luis Roberto nos habla del origen y las características de su estudio; ahí hace explícito su objetivo primordial, a saber, que busca «revelar cómo percibe el arte un poeta mexicano –que es al mismo tiempo un poeta universal- y mostrar de qué manera sobrevive el pasado mesoamericano en esta visión contemporánea». Consecuentemente, a lo largo de seis capítulos nos muestra cómo ha funcionado en Paz el gozne analogía/ironía –el lenguaje como equivalencia del universo y límite-, de qué manera el Nobel mexicano delinea un cosmos geométricamente organizado según el «triángulo incandescente» (imaginación, amor y libertad) que deviene cuadrilátero al incluir la otredad, de qué forma irrumpe lo sagrado gracias al arquetipo de la diosa madre (origen y fin de la vida), presente en el imaginario cultural de diversas sociedades y, finalmente, cómo la mujer se convierte en epifanía del universo. El propósito del estudio se cumple felizmente cuando todo indica que el eje de este proceso de organización del universo, que es posibilitado por el lenguaje e involucra diversas áreas del conocimiento, es «la Gran Diosa azteca» y concretamente «la estatua llamada la Coatlicue Mayor».

Dos puntos llaman mi atención. En primer lugar: metodológicamente, se realiza una aproximación helicoidal al objeto de estudio. La recurrencia a los mismos textos no es un acto repetitivo, pues, a más de ser la fuente de primera mano, las citas se insertan en un nuevo contexto y aclaran paulatinamente la pervivencia de lo prehispánico en la obra del poeta mexicano. Es un ejercicio académico interesante que, por un lado nos muestra la alta densidad en la escritura del Nobel, un hombre capaz de inyectar en las palabras múltiples sentidos, y por otra parte, corresponde a la aplicación del método para el análisis de obras de arte descubierto por Luis Roberto en Paz. A propósito, en el capítulo V nos dice: «el poeta percibe de tres maneras el acto de ver. Primero, como un desciframiento y una rearticulación de las obras de arte en tanto signos visuales. (...) Segundo, el acto de ver es una actividad que involucra no sólo una participación (...) que compete al orden estético, sino que también posee un sentido metafísico. (...) Tercero, el acto de ver es una actividad autorreflexiva: la circularidad de la mirada. Sólo que esta circularidad es también una coexistencia: englobadora, continua, total, no sucesiva.»[4]

Al verbalizar la mirada, por la linealidad del lenguaje, el discurso sobre el objeto adquiere el aspecto helicoidal. Lo cual, sin embargo, no impide interpretar estos giros como una obsesión por los espirales en la poética de Luis Roberto. Estas curvas le han permitido en sus poemas hurgar más allá de lo inmediato, hallar formas y colores, pero sobre todo, acceder al conocimiento. Cito fragmentos de tres poemas:

De La sombra de la espiral

También el tiempo
-como un ofidio-
desplegó su espiral
y separados ya
por su hueco
regresamos
tú y yo
al espacio ensombrecido.[5]

De Transverberación de la lluvia en el mar

Reverbera la piel del cuadro en Rojo:
La luz hiere el ala que se abate,
Los triángulos son plumas en la ola
Y en la espiral son rombos sus escamas.[6]

De Escalera al hipogeo

Helicoidal suspensa acordonada
-hecha en roca y cristal, madera y hierro-,
la escalera se trenza sobre su eje,
giran la tierra, el fuego, el agua, el viento
y me llevan al fondo de este pozo.[7]

En segundo lugar: Luis Roberto nos muestra cómo las imágenes míticas de la diosa madre mencionadas en la obra de Paz se corresponden en distintas cosmovisiones. Aquí, «Coatlicue es una presencia en la que se concentra la totalidad del universo»[8]. Y toda vez que esta fenomenología cósmica se hace más clara en el cuerpo femenino, se impone hablar de la identificación Tonantzin/Guadalupe: «El origen último de esta correspondencia [María/Coatlicue] -nos dice el autor- está basado en el antiguo mito de la Gran Diosa: Virgen, Madre, Dadora y Exterminadora de vida»[9]. Tal como señaló el mismo Octavio Paz en una nota de Mariposa de Obsidiana: «Todas estas divinidades femeninas [Izpapálotl, Teteoinan y Tonantzin] se han fundido en el culto que desde el siglo XVI se profesa a la Virgen de Guadalupe.»[10]

Las asociaciones no terminan ahí, Luis Roberto nos remite al Triunfo de Venus que ilustra las últimas ediciones de Apariencia desnuda: la obra de Marcel Duchamp, para hacernos ver que la mandorla de esta Venus corresponde a la de la Virgen del Tepeyac, apuntando que «Tanto la imagen italiana como la mexicana tienen fuertes connotaciones sexuales asociadas con el uso de la mandorla.»[11]. Lo cual ya había sugerido en su poema Tonantzin-Guadalupe:

Labios de piel oscura
Que el amor abre, su manto descubre
La cabeza, dádiva gozosa
Los vellos entre el oro desplegado,
Un pubis, camino de la encarnación.[12]

Pero ahora se hace explícito: «En el caso de Tonantzin/Guadalupe este diseño en forma de almendra que conforma su imagen es claramente la abstracción del sexo femenino: su cabeza se corresponde con el clítoris, así como su vestido y manto con los labios mayores y menores, en tanto que los rayos semejan bellos púbicos geometrizados. La posición de las manos de la Virgen repite la forma oval de la composición.»[13]

Hasta aquí, por el momento, mis consideraciones sobre un libro de interés general y útil para acercarse a la mirada de Octavio Paz.



[1] Vera, Luis Roberto, Coatlicue en Paz. La imagen sitiada. Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla–Dirección General de Fomento Editorial–Facultad de Filosofía y Letras–Maestría en Literatura Mexicana, 2003.
[2] Vera, Luis Roberto, «Hoguera de hojas secas» en Clerestoria. México, Universidad Autónoma de México, 1992, p. 22.
[3] Labastida, Jaime, «Post scriptum» en La palabra enemiga. México, Aldus Editorial, 1996, p. 56.
[4] Vera, Luis Roberto. Coatlicue..., op. cit., pp. 153-154.
[5] Vera, Luis Roberto. «Poemas de la espiral», en Crítica. Revista Cultural de la Universidad Autónoma de Puebla, número 96 (diciembre de 2002-enero de 2003), p. 60.
[6] Ibid.
[7] Id, pp. 60-61.
[8] Vera, Luis Roberto, Coatlicue..., op. cit., p. 88.
[9] Id, p. 92.
[10] Paz, Octavio,.¿Águila o sol?, apud Vera, Luis Roberto. Coatlicue..., op. cit., p. 93
[11] Vera, Luis Roberto, Coatlicue..., op. cit., p. 104.
[12] Vera, Luis Roberto, «Tonantzin-Guadalupe» en Pintura en tiempo presente. México, Ediciones El tucán de Virginia, 1982, p. 16.
[13] Vera, Luis Roberto, Coatlicue..., op. cit., p. 104.

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