Voces de la pitolfilia
Dice Liliana Wieinber en Pensar el ensayo (México, Siglo XXI, 2006) que éste género es una "forma de indagación del mundo a partir de un yo", a la manera de un "viaje de exploración intelectual a través del mundo y el lenguaje". O, para ser más precisos: "El ensayo es un interpretar activo necesariamente traducido en un cierto orden textual, que hace a la vez del lenguaje y de la prosa su instrumento de expresión y su materia de indagación". (125) Así pues, no es extraño que la obra y la persona del autor de Domar a la divina Garza sea el puerto desde el que zarpan hacia una aventura feliz los nueve escritores compilados por José Homero en el libro Línea de Sombra. Ensayos sobre Sergio Pitol (México: Tierra Adentro, 2009). Se trata de un compendio de reflexiones, desde circunstancias diferentes y perspectivas disímiles que –en palabras del poeta- "confían un secreto: la indeclinable juventud del maestro". (12)
Regreso a las ideas de Weinberg: Un ensayo muestra lo que su autor piensa y, sobre todo, cómo lo piensa. El ensayo se orienta y aproxima hacia aquello sobre lo que diserta –en este caso, el autor de El arte de la fuga-; y al hacerlo expone o evidencia el proceso intelectual que se sigue. En ese sentido, es interesante que José Homero señale que, en nuestros tiempos, "se diría que merced a la sincronicidad y la dispersión de cabos que inducen paralelepípedos conformados por las redes de asociación espontánea, el ensayista propondría no hilos de lectura sino tags". (14) Y al hablar de etiquetas, si bien se alude a clasificaciones e índices, se enfatiza la hipertextualidad, y se aprecia el valor de los indicios como sugerencias, pero de manera especial se constata que el ensayo es una forma versátil e híbrida, gracias a la cual "cada uno de estos jóvenes escritores [logra] ahondar, penetrar en las capas del texto de Pitol y proponer, o lecturas contextuales o lecturas en clave hermenéutica para definir cuál es la singularidad de la obra. (19)
Vale la pena decir que, al tratarse de un libro que reúne diferentes voces que se pronuncian sobre un autor, la primera tentación que uno experimenta es la de unirse a ellos y hablar del escritor criticado y no de sus críticos, o mejor dicho, del ejercicio crítico. Admito que mi primera reacción tras la lectura fue el deseo de unirme al coro de "la primera vez que leí a Sergio Pitol –lo recuerdo vívidamente- era una tarde lluviosa. La impronta es imborrable y está asociada con el aroma del café que había comprado allá, por el rumbo de Coatepec" y anécdotas de esas. O bien, discurrir entre la importancia de la traducción y el palimpsesto, la relación entre escritura y memoria, o la relación entre realidad y ficción. Pero en Línea de sombra, si bien es cierto que Sergio Pitol constituye el motivo central de los ensayos, irónicamente, pasa a segundo plano. Explico: Vicente Alfonso, Marco Antúnez, Elisa Corona Aguilar -autora de Amigo o enemigo-, Alejandro García Abreu, Karla Olvera, Rafael Toriz, Ignacio Sánchez Prado, Edgar Valencia y Magali Velasco fueron congregados por el Maestro, pero no es él quien emerge en los textos: se trasluce, sí; se advierte su voz como un eco, sí. Con todo, sería un error buscar a Pitol en Línea de sombra.
La segunda tentación es irse al extremo contrario: olvidarse de Sergio Pitol y acercarse a los textos compilados con una lupa en la mano izquierda y la navaja de Ockham en la derecha. Así, podría señalarse que al final del libro aparece una breve semblanza de cada uno de los ensayistas bajo el título de "Nueve a la media noche". La información que se complementa con los datos del compilador. De este modo, en realidad, nueve significa diez. O bien, uno puede entretenerse coleccionando detalles de edición y minucias sintácticas. Sólo por dar un ejemplo de lo meticuloso que se puede llegar a ser, va una oración de Magali Velasco:
El arte de la fuga es uno de esos libros que regreso a él una vez por año desde 1996, cuando se publicó y que su autor presentó en la Galería de Arte del Instituto Veracruzano de Cultura, en Xalapa. (28)
¿"...uno de los libros que regreso a él"? ¿No sería mejor apuntar simplemente: uno de los libros al que regreso? ¿…cuando se publicó y que su autor presentó...? ¿Cómo está eso de coordinar la aposición de un complemento de tiempo -1996- con una adjetiva que precisa al núcleo nominal –libro-? ¿Se le perdió la coma al linotipista? Pecata minuta. Además, quién soy yo para cuestionar la sintaxis de alguien que cuenta con un Doctorado concedido por la Sorbona, un premio nacional de cuento y uno internacional. ¡Ni que yo tuviera una redacción intachable! En una de esas, estaría buscando paja en el ojo ajeno.
Renuncio a ambas tentaciones. Mejor será buscar el término medio y hacer un recorrido por las tres partes del libro: "Luz", "Sombra" y "Línea de sombra", comenzando, precisamente con el ensayo de la Doctora Velasco, "Sergio Pitol no deja dormir" en el que recuerda que "La escritura es nuestra desesperada tregua con el tiempo y sus olvidos" (23), aseveración que le permite rememorar la forma en que conoció –gracias a los pintores Leticia Tarragó y Fernando Vilchis- a quien sería su profesor en la Universidad. De forma amena, la escritora originaria de Xalapa, Veracruz, expone la forma en que se produjo el acercamiento entre ella, la lectora, y el escritor, al grado de poder compartir con nosotros, los lectores de la lectora convertida hoy en escritora, que "Las pláticas en el café [con Pitol] son una espiral literaria, un anecdotario y un continuo ponerse al día. (30) O dejar en claro que, "Sergio Pitol tiene unas alas muy largas y unas suelas de zapatos muy gruesas". (32)
Rafael Toriz, en "Un puñado de imágenes para llegar a Sergio Pitol" se aproxima al autor El mago de Viena combinando memorias que van desde las lecturas escolares hasta el diálogo personal con el escritor, para luego tomar distancia y poder afirmar, de El arte de la fuga, que:
Entreveo la posibilidad de una escritura elegante no peleada con la vida: una prosa nítida y sin embargo novedosa, brillante sin ampulosidades: una manera de transformar el adjetivo en una piedra redonda, perfecta y bruñida. Concisa y alegre. (41)
Este ensayo está constituido por una serie de textos breves que permiten y sustentan un juicio estético –la escritura como: hallazgos, inventos, miradas- y un pronunciamento que desborda la crítica literaria: "Pitol lo ha demostrado no sólo con sus lecturas sino también con su escritura: la excentricidad no se cultiva, se asume como una preciada pertenencia". (42)
"De perros que saben todo sobre viajes literarios", el ensayo de Elisa Corona Aguilar cierra la primera parte. En este texto, se compara con muy buen humor la hipótesis de Rupert Sheldrake, autor del libro De perros que saben que sus amos están camino de casa y otras facultades inexplicadas de los animales con el relato homérico donde Argos, el perro de Ulises, reconoce el amo, aunque no consta que haya presentido su regreso. En este contrapunto, entra en escena Sancho, el perro de Sergio Pitol, cuya "actitud vigilante me hace pensar que es él quien cuida del escritor, a veces en el sueño, a veces en la vigilia, quien lo guía y protege de extraviarse en uno de sus juegos entre la realidad y la ficción". (55)
"Aquelarre publerino" de Marco Antúnez esboza una interesante reflexión sobre el problema filosófico, ético-moral, del mal y sus formas: "Llegar al Diablo en cualquiera de sus presentaciones es haber tocado territorio ajeno a la justicia o el orden: a partir de entonces, será imposible establecer un encuentro con nuestro interior sin salir transformados en un horror ambulante". (62) El tema es también literario porque "es una experiencia del mundo" y ha sido abordado por Pitol. "El mal reinventa –insiste Antúnez- fascina, descompone, nos sumerge en una pesadilla". (64) Pero, habrá que decirlo, la forma de entender la malignidad es cultural. Por ello, es importante tener en cuenta que:
El cosmopolitismo adquirido durante sus viajes alrededor del mundo que le brindó una perspectiva nueva a su escritura terminará siendo el azote de esta crueldad primigenia, de su evolución y disolución a lo largo de su obra: la pérdida de un referente de alguna metáfora del Diablo es la pauta de ruptura con su narrativa de juventud y la inmersión en su compleja novelística. (67)
Karla Olvera, a mitad del libro, aparece con "Dirección Bujara", un ensayo en forma de relato que remite a la estructura de los cuentos fantásticos de Borges y Bioy Casares. La cotidianidad se ve alterada de pronto por otra realidad que irrumpe de manera violenta y sorprendente. En este texto, mientras la narradora viaja rumbo al Colegio de México en el metrobus, escuchando un audiolibro, advierte una transformación del espacio: "[t]an pronto como Pitol pronunció las primeras palabras, la avenida Insurgentes comenzó a poblarse de altos eucaliptos y frondosos castaños. (77) Y gracias a este festín carnavalesco, entre personajes que suben y bajan al vagón, la ciudad de México se va contaminando con el universo narrativo de Pitol.
La segunda parte concluye con un ensayo que posee un innegable sello académico: "Sergio Pitol y sus afinidades electivas. El affaire Compton-Burnett", que procede de la pluma del Doctor Ignacio Sánchez Prado, catedrático en Washington University St. Louis. La consideración inicial es que "Uno de los temas más conocidos y menos estudiados de la literatura mexicana es la naturaleza de su cosmopolitismo". (87) Y Sergio Pitol es un caso ejemplar: "su obra –dice- ha establecido vínculos críticos con una serie de genealogías literarias cuya diversidad lo ubica entre los lectores más complejos de la literatura mundial moderna". (88) Y en consecuencia propone:
Primero, plantear una posible relectura de Sergio Pitol a partir de un estudio serio y cuidadoso de los distintos autores que confluyen en su obra, como una forma de complementar y debatir aquellas líneas que, como el carnaval, han sido abordadas con suficiencia. Segundo, en el contexto más amplio de la literatura mexicana, me interesa mostrar la complejidad planteada por el problema que llamaré, muy tentativamente, "cosmopolitismo estratégico", es decir, la forma en que los escritores se vinculan deliberadamente a tradiciones escriturales europeas por fuera de las figuras familiares en la literatura mexicana [...] (89)
"El enigma, el mago y el desfile" de Vicente Alfonso establece los vínculos entre la tradición de la novela policiaca y El desfile del amor, obra que "parte de un hecho violento –el crimen cometido el 14 de noviembre de 1942-, que desencadena una pesquisa". (105) La lectura atenta de Vicente Alfonso resalta el hecho de que "el móvil que empuja a [Miguel] Del Solar a indagar lo sucedido aquella noche es personal: él vivía, cuando niño, en el edificio en que ocurrió el asesinato". (106) El protagonista no es un detective, sino un historiador que "tampoco tiene muchas esperanzas de encontrar la verdad [...], ve en su investigación sólo un divertimento". [107] La novela indaga, entonces, un tema posmoderno: la falta de certezas:
Esta capacidad de obtener múltiples lecturas de la realidad queda aún más clara cuando el historiador encuentra, hurgando en una hemeroteca, un viejo periódico que contiene dos notas relativas a la fiesta en que murió Pistauer. (107)
Por si fuera poco, ninguna de las versiones coincide con los archivos del ministerio público. De este modo: "El así ocurrió se convierte en un así pudo ocurrir". (109)
Edgar Valencia, autor de "La escritura de los límites", muestra la forma en que "Sergio Pitol en su literatura, ha facturado un género donde figura un retrato de sí mismo: se ha transformado en personaje [...]." (114) El ensayo, aunque breve, es suficiente para mostrar un rasgo de la narrativa pitolesca: "Pitol combina los géneros: el diario se vuelve ensayo, el ensayo se vuelve cuento, el cuento se vuelve diario, el diario puede incluso ser simplemente un diario". (117)
El libro concluye con un texto de Alejandro García Abreu, "Fragmentos de una realidad permeada por la niebla", donde se afirma que "Sergio Pitol procede de la estirpe de [Giulio] Camillo" -a quien se considera creador del teatro de la memoria"- toda vez que "[s]u obra de madurez constituye un monumento literario dedicado al trabajo de la memoria". (121) Y al comentar la Trilogía de la Memoria encuentra que la razón para salvar elementos biográficos y luchar contra el olvido está en que "Pitol comenzó a ver en los sucesos cotidianos hechos extraordinarios". (123)
Revisados los ensayos, encuentro dos virtudes en esta compilación: Dije al comienzo que en Línea de sombra, Sergio Pitol pasa a segundo plano. La lectura del libro, sin embargo, se dirige a él intensificando el interés por la literatura de quien cuenta entre sus reconocimientos con el Premio Príncipe de Asturias. Ese es uno de sus méritos; el otro: tenemos un catálogo de ejemplos que nos muestra: El ensayo como anécdota. El ensayo como colección de viñetas, como comparación y contraste, como introspección, como relato, como proyecto, como descripción, como asociación, como juicio, como experiencia, como creación de vínculos y viceversa.
¡Excelente reseña!!! Gracias por compartir sus hallazgos, invitar a la lectura y por revelar lo evidente: lo doctor y lo académico no quitan lo pendejo...
ResponderEliminarComo siempre invitandonos a la lectura, es muy grato visitarlo y encontrar cosas valiosas, gracias!!
ResponderEliminarLa lectura y la libre opinión, son una escalera que nos llevará a la cima del conocimiento y que nos permitirá hablar con propiedad y claridad, criticar y defender nuestros derechos. La lectura nos introduce a lugares que nos permiten salir de la realidad tan cruel que día con día vivimos y que son inexistentes en el mundo real.
ResponderEliminar¡Saluditos...!
matemos al chachalaca 2